11 de Septiembre: Algunos visitantes y ejercitando la paciencia

Ayer por la noche el viento era ligero y venía del SE, justo hacia donde nos teníamos que dirigir. La tormenta nos había dejado completamente agotados y necesitábamos descansar aunque fuera un par de horas antes de continuar. Para esto, usamos una técnica en la que una de las velas del Champ lo "empuja" hacia delante y la otra lo detiene y el efecto es ir derivando muy lento. Alrededor de la una de la mañana, habiendo descansado algo, tratamos de continuar navegando pero el viento era tan variable y tan ligero que realmente no conseguimos avanzar mucho desde el Cabo Montesino.

Con el amanecer vino un ligero cambio en el viento que nos permitió alejarnos de la costa en una dirección SE. Muy, muy despacio. También recibimos el pronóstico del tiempo que anunciaba que el resto del día y la noche no podríamos avanzar mucho. Pero mañana desde temprano se pronostica un cambio con vientos del NO favorables y que nos llevarán hasta Acapulco. Sin embargo, nos sugirieron continuar nuestro rumbo alejados de la costa por una posible tormenta entre San Francisco y Los Ángeles. Así seguiremos en la mañana. Por lo pronto, a tener paciencia que los vientos favorables llegarán pronto.

Tuvimos tres visitas el día de hoy. La primera, y más impresionante fue un grupo de delfines. Tal vez cientos de ellos que se la pasaron alrededor de nosotros durante más de una hora. Este viaje nos tocó ver un par de orcas saliendo del estrecho de Juan de Fuca y el año pasado, por estas costas, vimos grandes ballenas nadando junto a nosotros. Delfines hemos visto seguido. Pero ahora fue algo inusual y espectacular ya que a unos 100 metros alrededor de nosotros los veíamos saltar fuera del agua y volverse a sumergir una y otra vez. Parecía que lo que más les gustaba era sumergirse justo antes de la proa del Champ y cruzar por enfrente de ella. La segunda visita fue de otro grupo de delfines, pero tal vez unos 10 nada más.

La tercera visita fue una bastante extraña. Hemos de estar a unos 100km de la costa pero de pronto le calló encima a Ricardo un pequeño pájaro. No se veía lastimado pero sí muy cansado ¿Cómo llegó hasta acá? No era del tipo de aves que normalmente se ven en el mar. Tratamos de no espantarlo pero se veía muy tranquilo. Tratamos de darle agua pero no tomó ni quiso comer los pedacitos de cereal que le pusimos alrededor. Como 20 minutos estuvo tranquilo y cuando comenzaba a preguntarme si tendríamos que cuidarlo hasta que nos acercáramos a la costa abrió las alas y despegó. Lo vimos dar una vuelta en el aire y volver a tratar de aterrizar en el Champ. Pero al no lograrlo, se volvió a elevar y se fue.

En otro rato con vientos de 5 nudos saqué el papalote y lo volé desde la popa del Champ. Creo que sí podrá sostener una cámara GoPro pero dejaré ese intento para otro día.

10 de Septiembre, fin de la tormenta

¡Que intensas estuvieron las últimas 48 horas! A pesar de ir derivando lentamente con la estrategia que usamos, las olas eran de unos 4 o 5 metros y algunas rompían alrededor de nosotros por las rachas de viento de hasta 48 nudos (casi 90km/h). Y el movimiento dentro del Champ era tan intenso que cualquier objeto que no hubiéramos asegurado se convertía en un proyectil. De cualquier forma, Ricardo y yo logramos soportarla sin marearnos. No es fácil pasar tanto tiempo dentro de la cabina y a esperar a que pasen las horas, con el anhelo de que termine esto pronto y que vaya mejorando el clima. Pero no mejoraba.

En estas circunstancias es importante mantenerse dentro del velero y evitar salir a la cubierta. Y en caso de hacerlo, siempre con chaleco, arnés y asegurado. Las escotillas siempre quedan cerradas. En la mañana del día 10 tuve que salir para ajustar unos cabos que se habían soltado con el viento y me coloqué mi ropa de tormenta, botas, pantalón y chamarra, arnés y chaleco. Iba a ser cosa de un minuto: salir, ajustar, regresar. En cuanto salí a la cubierta, sentí toda la fuerza del viento y el impresionante ruido de la tormenta. Ricardo cerró la escotilla detrás de mi y me observaba por una pequeña ventana. No tenía ni 30 segundos de haber salido cuando una enorme ola rompió sobre la popa el velero y exactamente en el lugar en el que estaba parado. Fue un baño de agua helada y toda la bañera quedó llena. El agua me llegaba hasta las rodillas y rápidamente fue saliendo por los drenajes. Me asomé a la escotilla para avisarle a Ricardo que todo estaba bien y pero en ese momento, dentro del velero, le cayó sobre a cabeza un chorro de agua que se metió por una de las ventilas.

Durante la noche, tuve que estar monitoreando el tráfico de barcos que carga que navegan por la costa y en tres ocasiones tuve que llamarles por el radio para decirles que estábamos derivando y que tendrían que moverse para evitarnos. También en la noche tuve oportunidad de hacer una lista de cosas que deben de ser modificadas y mejoradas en el velero antes de el viaje largo, y desafortunadamente no es una lista corta.

Hoy en la madrugada comenzó a descender la velocidad del viento y a las 6:00am ya era de unos 20 nudos. Las olas ya también habían disminuido y raramente rompían. Antes de volver a sacar las velas y navegar tuvimos una muy difícil tarea. La de recuperar los casi 100 metros de cabo con 80 pequeños conos que veníamos arrastrando. Nos llevó dos horas.

En el resto del día, mejoraron las condiciones y pudimos rodear el Cabo Mendocino y estamos a 170 millas náuticas al Noroeste de San Francisco. Vamos avanzando despacio porque desafortunadamente hoy el viento ha soplado del Sureste, justo hacia donde nos queremos dirigir. Nos falta un poco menos de 2,000 millas náuticas para llegar a Acapulco y unas 530 para entrar a aguas Mexicanas.

Del 5 al 9 de Septiembre

La salida de Port Angeles fue a las 5:45am con el motor funcionando perfecto. El día estaba despejado y nos encontramos poco tráfico de grandes barcos. Como el viento venía del Noroeste, no nos fue posible iniciar a vela y tuvimos que utilizar el motor durante la mañana. Navegamos por el estrecho de Juan de Fuca que separa las aguas entre Canadá y Estados Unidos. Alrededor de las dos de la tarde sentimos que las olas se volvían cada vez más grandes y largas. Las olas del océano. Una hora después llegamos al Cabo Flattery y a la Isla Tatoosh que marcan el punto más al Oeste de Estados Unidos (sin incluir a Alaska). A partir de ahí, nos dirigimos hacia el sur a pura vela y comenzamos a entrar en la rutina del mar. El marcar nuestra posición en la bitácora cada seis horas, preparar nuestras comidas cuando nos diera hambre, y monitorear la dirección e intensidad del viento. Pero lo más complicado para mi es la dificultad de tener que despertar cada 30 o 40 minutos durante la noche para monitorear el tráfico alrededor de nosotros y para ver que no hayan habido cambios significativos en el viento. Esa fue nuestra rutina del 5, 6 y 7 de septiembre.

Antes de salir de Port Angeles obtuvimos un pronóstico meteorológico que nos señalaba que a partir del domingo 8 y hasta el lunes 9 habrían condiciones de tormenta a lo largo de la costa norte de California. Teníamos la opción de parar en Newport, Oregon o de meternos a la tormenta. Se pronosticaban vientos de 35 nudos. Pensando en la preparación para la vuelta al mundo y que en algunas ocasiones tendré que encontrarme con condiciones similares, decidimos seguir. A medio día del domingo las olas eran ya de 4 metros y el viento llegaba a 25 nudos. Para un velero son mucho más peligrosas las olas que el viento y las olas comenzaban a romper alrededor de nosotros. Por eso decidimos iniciar una táctica de tormenta que consiste en soltar un Jordan Series Drogue, que es técnicamente un cabo al que están amarrados cientos de pequeños conos y sirve para frenar nuestro avance. Lo soltamos, bajamos nuestra vela y nos refugiamos dentro del Champ.

A momentos el movimiento fue muy intenso y era imposible pararse. Pero la táctica nos dio resultado y comenzamos a derivar a unos dos nudos de velocidad en dirección Suroeste. Llevamos casi 24 horas en la tormenta y estamos seguros. Todo va bien. Se espera que estos vientos continúen hasta mañana martes por la noche y que vuelvan a bajar a niveles de 15 a 20 nudos. Mientras tanto, vamos llevándola lo mejor posible y el Champ se comporta de maravilla.

Días uno y dos, de Seattle a Acapulco


3 de Septiembre

Llegó el día de partir de Seattle a Acapulco y para nosotros comenzó muy temprano en la madrugada. Habíamos pasado la noche en el velero y nos despertamos con una ligera lluvia que continuó intermitente durante toda la mañana. Ya habíamos dejado el Champ prácticamente preparado la noche anterior y fue poco trabajoso encender el motor, soltar las amarras y dejar la marina antes del amanecer. El mar estaba tranquilo y no había nada de viento por lo que durante el resto del día tuvimos que continuar a motor.

Es común que se junte tráfico de barcos de carga, cruceros, yates y veleros que van y vienen hacia el océano. Existen canales de navegación definidos pero siempre se vuelve una experiencia interesante navegar por esta agua y compartirlas con estos gigantes. La lluvia fue disminuyendo y poco a poco comenzaron a aparecer bancos de niebla en los que no teníamos visibilidad. Navegábamos con el GPS y monitoreando a los barcos que teníamos alrededor con un sistema llamado AIS. Pero de vez en cuando alcanzábamos a escuchar la corneta de algún gran barco que sonaba a la distancia y otras veces no tan lejos. Durante el trayecto tuvimos algunos problemas con el motor y llegamos a Port Angeles alrededor de las 8 de la noche, algunas horas más tarde de lo que habíamos pensado. Decidimos salir a cenar para celebrar nuestro primer día en el mar.







4 de Septiembre

Despertamos hoy un poco más tarde y desayunamos algo rápido con la tarea de cuanto antes conseguir un mecánico que nos apoyara a revisar el motor. Aunque haremos prácticamente todo el recorrido a vela, es importante tener un motor confiable en caso de emergencia o al momento de entrar a algún puerto. Tuvimos suerte de que en poco tiempo pudimos localizar a Mike Evans, mecánico de motores marinos de diesel. Tardó alrededor de una hora en darle una revisada y me dio gusto saber que durante el trayecto, cuando tuvimos los problemas, hicimos todo lo que estaba en nuestras manos por hacer para darle mantenimiento al motor. Todo esto quedó listo antes del medio día.

La segunda parte del día la dedicamos a hacer los trámites de aduana (para la salida del velero) y nuestra salida de migración. En Port Angeles hay una terminal del transbordador que cruza desde la isla Victoria en Canadá y están muy acostumbrados a la entrada y salida de turistas. Pero fue difícil explicarles a los agentes que un velero con bandera americana salía desde Port Angeles hasta Acapulco (normalmente el trámite de salida se hace en San Diego pero preferimos no parar), con tripulación mexicana que quería dejar Estados Unidos y aún pasar varios días en aguas estadounidenses sin tocar tierra. Hechas las aclaraciones, nos sellaron la salida en los pasaportes, entregamos nuestras formas I-94 y dimos por concluido este asunto. Caminando de regreso a la marina me encontré con una tienda en donde pude comprar algo que no había podido conseguir en los últimos días en Seattle: un papalote para volarlo desde el velero y colgarle la cámara GoPro. Será interesante hacer unas tomas aéreas del Champ.

Nuestra última tarea del día fue llevar al Champ al muelle donde se carga combustible y llenamos su tanque de 85 galones (320 litros). También traemos 15 galones (56 litros) más en pequeños botes en caso de que los llegáramos a necesitar.

Hoy trataremos de dormir temprano ya que zarparemos en la madrugada. Quiero que entremos a mar abierto a medio día para poder alejarnos de los canales de navegación y pasar una noche más tranquila y más segura. Si todo sale bien, la próxima vez que pisemos tierra será en Acapulco, México.

De Seattle a Acapulco: el plan e itinerario

 La vuelta al mundo navegando solo y sin paradas iniciará la primera semana de Octubre en Acapulco y terminará en ese mismo puerto meses después. Pero el Champ se encuentra en Seattle (en la costa Oeste de Estados Unidos y cerca de la frontera con Canadá) donde se le han ido haciendo todas las adaptaciones y mejoras necesarias para esta aventura. Por esto, el martes 3 de Septiembre saldré junto con Ricardo, mi papá, desde Seattle y con destino a Acapulco. En el camino no haremos paradas (excepto para obtener el despacho de salida en Port Angeles) y navegaremos día y noche durante 20 días aproximadamente para recorrer los cerca de 5,000 kilómetros que separan las aguas entre esas dos ciudades.

En Mayo de 2012 realizamos juntos en el Champ una cuarta parte de este recorrido cuando navegamos de Seattle a San Francisco. Durante el recorrido, ambos estaremos compartiendo todas las responsabilidades de navegación y será importante escuchar sus comentarios y consejos para aplicarlos una vez que me encuentre dando la vuelta al mundo solo.

Seattle es una ciudad junto al mar, en un brazo de agua del Océano Pacífico llamado Puget Sound. Para llegar al Océano, tendremos que recorrer 110 millas náuticas (200km) a través de canales de navegación relativamente estrechos, mucho tráfico de barcos comerciales. El brazo de mar después se convierte en el Estrecho de Juan de Fuca que separa Estados Unidos y Canadá. A la mitad de este estrecho, en un pequeño puerto llamado Port Angeles, nos detendremos para tramitar el despacho de salida del Champ y dar aviso a migración de nuestra salida. Después continuaremos hacia la salida del Estrecho y hasta el Océano Pacífico. Hasta ese momento todavía es posible que utilicemos el motor ya que gran parte del tiempo el viento sopla del Norte y no nos sería posible salir en esas condiciones pero ahí ya continuaremos navegando hacia el Sur a pura vela.

Durante este recorrido, estaré escribiendo tal vez diario o tal vez cada dos días, dependiendo de lo que me sea posible. Pero trataré de compartir esta experiencia de llevar al Champ desde Seattle hasta Acapulco, navegando con Ricardo y confirmando que en el velero ya está todo listo para iniciar esta vuelta al mundo sólo y sin paradas que iniciará en Octubre.



Ayuda, por favor.

Durante esta vuelta al mundo navegando sin hacer paradas estaré yo solo en el velero y obviamente uno de los retos más grandes a los que me enfrentaré será el de la soledad. De los relatos de personas que lo han hecho o intentado hay un factor común en todos ellos: siempre acaban pasando por periodos de depresión. En algunos es de pocos días y en otros puede llegar a durar semanas. Siento que tengo la fortaleza para enfrentar estos momentos difíciles pero también tengo la humildad para pedir ayuda. Aquí va:

  • - Me gustaría que me ayudaran dedicándome unos minutos para escribir dos cartas breves o notas que llevaré conmigo durante la circunnavegación. La primera de ellas será para abrirla en un día específico, el 19 de Diciembre, mi cumpleaños. Según los planes será pocos días después de haber rodeado una de las zonas más complejas de la ruta: Cabo de Hornos. La segunda, la abriré cuando llegue ese momento de depresión o que me sienta más desanimado durante el viaje.
Tengo confianza que leer algunas líneas de apoyo hará toda la diferencia y me ayudará a enfrentar este reto con mayor fortaleza.
La dirección a la que hay que enviar estas cartas por correo (no registrado) es:

David Liaño
Apartado Postal #24
CAP. Interlomas, Local N4 y N30 BIS
Blvd. Interlomas #5
Col. Lomas Anáhuac
Huixquilucan, Edo. Mex.
C.P.52781
México


Favor de marcar cada una de las cartas con un número 1 (para abrirse el 19 de Diciembre) y un número 2 (para el día que más ánimo necesite). Las cartas las recogeré en la última semana de Septiembre.

Sé que en esta época puede resultar algo complejo enviar cartas por correo tradicional pero agradeceré inmensamente el tiempo dedicado y prometo responder a puño y letra a cada una de ellas a mi regreso. Muchas gracias por tomarse esta molestia.
 

La ruta de la vuelta al mundo y las reglas


La primera semana de Octubre tengo planeado iniciar una circunnavegación veleando sólo, sin parar y sin asistencia. Para ser más claro, voy a dar la vuelta al mundo sin hacer ninguna parada (ninguna costa o puerto), únicamente impulsado por el viento, llevando todas las provisiones y comida conmigo desde un inicio y sin pasar por ninguno de los grandes canales (Panamá, Suez).

Aunque se podría pensar que el dar la vuelta al mundo es un concepto objetivo, a través de los años se han ido estableciendo una serie de criterios para definir en qué consiste una circunnavegación. Por ejemplo, imaginemos a un avión que vuela a lo largo del ecuador  y regresa hasta el mismo punto donde inició. Ahora consideremos un segundo escenario en el que el mismo avión vuela alrededor de Antártica cerca del polo sur y también regresa hasta el mismo punto en que inició. En el segundo caso, la distancia recorrida será tal vez sólo una quinta parte de distancia transitada por el primer avión aunque alguien podría decir que ambos viajaron alrededor del mundo. También, como los continentes no permiten hacer una navegación ininterrumpida a lo largo del ecuador, se han tenido que definir cuáles rutas sí califican como una vuelta al mundo y cuáles no.

El Consejo Mundial para Récords de Velocidad a Vela (WSSRC) es el organismo que se ha encargado de reunir las reglas acordadas. En mi caso, para que se considere una circunnavegación veleando sólo, sin parar y sin asistencia tendré que cumplir con lo siguiente:

1.- No deberá haber mas que una persona a bordo.
2.- No podré reabastecer mis provisiones en ningún momento.
3.- Deberé iniciar y terminar en el mismo puerto. En mi caso será Acapulco en la costa del Pacífico mexicano.
4.- Deberé cruzar todos los meridianos por lo menos una vez y podré cruzar algunos de ellos (pero no todos) más de una vez.
5.- La distancia mínima de la ruta que siga deberá medir por lo menos 21,600 millas náuticas (aproximadamente 40,000 kilómetros). Aquí se vuelve más técnica la regla porque la distancia mínima cuando pase alrededor de Antártica se deberá medir como si navegara en el paralelo 63º. Y esta regla también establece que podré usar un punto fijo (isla) a la cuál rodear para poder extender la distancia mínima y lograr esas 21,600 millas náuticas.

Por todo lo anterior, la ruta que seguiré durante la vuelta al mundo será la siguiente:

Navegando de Oeste a Este (de izquierda a derecha en el mapa)

-Salir de Acapulco dirigiéndome directamente al sur.
-Girar hacia el Sureste y rodear Cabo de Hornos (el punto más austral de América).
-Dirigirme al Noreste hasta rodear la isla Santa Helena en el Atlántico Sur. Este será el punto fijo con el que extenderé la distancia mencionada en la quinta regla.
-Virar hacia el Sureste y rodear Sudáfrica.
-Continuar navegando de Oeste a Este por los mares del sur, siguiendo las corrientes y vientos predominantes, pasando al sur de Australia, Tasmania y Nueva Zelandia, permaneciendo en esa ruta por el Pacífico Sur.
-Al acercarme a Sudamérica, dirigirme al Norte para regresar nuevamente a Acapulco.

Existe un reto adicional: el velero actualmente se encuentra en Seattle, en el Noroeste de Estados Unidos y durante el mes de Septiembre navegaré con mi papá para traer el Champ hasta aguas mexicanas antes de iniciar la circunnavegación. Esta parte del recorrido viene marcada en el mapa en color azul.

Me encuentro a dos meses del arranque de esta gran aventura, trabajando exhaustivamente en toda la logística y compra de provisiones. Todo esto aunado a mi trabajo regular. Lo que me mantiene motivado es que ya pronto estaré en el mar y viendo el resultado de todas estas horas y horas de trabajo.

Durante las próximas semanas estaré platicando de las provisiones que llevaré y de cómo estaré en comunicación durante la travesía.

¿Por qué el velero se llama Champ?


Cuando obtuve el préstamo que me permitió comprar el velero para dar la vuelta al mundo en solitario, sin hacer paradas y sin asistencia, en Diciembre de 2011, tuve que comenzar a pensar en qué nombre le iba a dar. Hasta ese momento el velero se llamaba Charm (amuleto). Pero como el velero sería mi compañero, vehículo y amigo en esta travesía alrededor del mundo, quería darle un nombre que realmente significara algo personal. Hay muchas supersticiones sobre cambiarle de nombre a un barco pero no hice caso de ellas. Preparé una lista con posibles nombres y después de un largo proceso me decidí por el primer nombre que escribí en la lista: Champ (campeón, en Inglés). Pero no es un nombre que se me ocurrió espontaneamente. Champ tiene una historia y una tradición:

A finales de los años 80’s uno de mis tíos estaba navegando con amigos suyos por las costas de Huatulco. Al llegar a la Bahía de Santa Cruz se encontró con que había un par de mástiles que salían del agua de un velero hundido cerca de la playa. Después de investigar con las personas de la zona se enteró de que el velero llevaba tan solo pocos días de que se había hundido pero llevaba mucho tiempo abandonado, anclado en la bahía. Lo más probable es que, tras un tiempo abandonado, las personas de la zona comenzaron a subirse y a llevarse partes hasta que alguien jaló alguna manguera que hizo que el velero se hundiera. Mi tío esnorqueleó y encontró la matrícula del velero hundido. Hasta se momento se llamaba La Strega, es decir, La Bruja, en Italiano. De regreso en la Ciudad de México, mi tío estuvo investigando y encontró que el velero posiblemente había sido usado para narcotráfico y que, como estaba obstruyendo la navegación del puerto, al sacarlo del agua podría ser el nuevo propietario.

Mi tío llevaba años buceando con mi papá y con sus otros hermanos y armaron un plan para sacar ese velero del fondo del mar. En ese entonces yo tenía unos ocho años pero recuerdo con mucho cariño esa aventura. Me acuerdo que colocaron un cabo que iba desde la playa hasta el velero hundido y eran tal vez unos 100 o 200 metros de distancia. Iba y venía. Utilizaban tambos de 200 litros agrupados en paquetes de tres y colocados a ambos lados del velero, de una manera muy ingeniosa. A mis ocho años me iba nadando de la playa al velero donde veía a el equipo de buzos trabajando. Desafortunadamente tuve que regresar a la escuela antes del momento en que el velero hundido regresó a la superficie.
 
Durante las semanas que estuvimos en Huatulco, mi papá y mis tíos tenían la costumbre de llamar a todos sus sobrinos (incluyéndome a mi) “campeón”. Así nos llamaban a todos. Era inevitable que cuando el velero estuvo finalmente a flote, decidieron llamarlo Champ.
Tengo extraordinarios recuerdos  del Champ. En él aprendí a velear y durante más de dos décadas tuvo su casa en el Club de Yates de Acapulco. Tengo recuerdos de noches en Acapulco de mucho calor, compartiendo una hamaca con mi papá en la cubierta del Champ. Pero, como suele ocurrir en la vida, el Champ cumplió su ciclo y mi papá y tío decidieron venderlo hace un par de años.

 Por eso, cuando hice mi lista de posibles nombres para el nuevo velero, el primero que escribí fue Champ. Hubieron otros pero pronto fueron descartados. El “nuevo” Champ será mi casa, mi amigo, mi refugio y compañero durante los siete u ocho meses que pase navegando alrededor del mundo y me siento orgulloso de seguir con esa tradición que tantas aventuras le ha traído a la familia.

Como dato curioso, el siguiente nombre que le hubiera dado al velero hubiera sido Tortuga.

Siguiente aventura: dar la vuelta al mundo veleando, en solitario, sin paradas y sin asistencia


Ha de haber sido hace unos diez años cuando pensé seriamente por primera vez en dar la vuelta al mundo navegando solo en un velero y empezó de la misma forma que comienzan todas mis aventuras: con libros. El primero fue el clásico de Joshua Slocum, Sailing Alone Around the World en el que describe su travesía en la que logró ser la primera persona en dar la vuelta en un velero sólo. Le llevó prácticamente tres años completar esta aventura en su pequeño velero llamado Spray. El segundo libro es A Voyage for Madmen en el que Peter Nichols relata la carrera que llevó a que Robin Knox-Johnston se convirtiera en la primera persona en dar la vuelta al mundo en solitario, sin paradas y sin asistencia en 1969 (algo que 44 años después tengo entendido que nadie ha conseguido en México).

Estos dos libros me hicieron soñar con que algún día tendría la oportunidad de realizar esta extraordinaria aventura pero sin darme cuenta se me cruzaron enfrente varias montañas y durante varios años el sueño se quedó guardado en un cajón. Años después me encontraba viendo un programa de televisión llamado Top Gear y la invitada de ese día era Ellen MacArthur, una velerista británica que recientemente había roto el récord mundial para dar la vuelta al mundo en un velero en solitario, sin paradas y sin asistencia. Me enteré que había escrito varios libros y algunas semanas después, para la expedición al Everest en 2011, me llevé su primer libro Taking on the World. Es una autobiografía maravillosa y mientras la leía, revivió el sueño de velear alrededor del mundo y comencé a hacer notas sobre todo lo que debía de hacer desde ese momento para conseguirlo. Me puse como objetivo iniciar la circunnavegación en el segundo semestre de 2013 y terminarla unos ocho meses después.

A pesar de que llevaba años veleando en condiciones limitadas, nunca había obtenido certificaciones y fue por lo primero que comencé. Durante la segunda mitad del 2011 tomé varios cursos de veleo cada vez más avanzados y en algunos de ellos me acompañó Ricardo, mi papá. También comencé a estudiar cuál sería el velero ideal para esta travesía alrededor del mundo. No estaba buscando romper ningún récord de velocidad y lo que más me interesaba era tener un velero sólido, seguro y fácil de ser navegado por una sola persona. Finalmente me decidí por un Island Packet 380, un velero de 38 pies (aproximadamente 12 metros) de eslora que tienen una gran reputación para navegar en aguas abiertas y que se caracterizan por estar pintados de un color marfil. Semanas después, en Diciembre de 2011 encontré uno a la venta con la ventaja de que ya contaba con gran parte de los equipos que necesarios para realizar la vuelta al mundo. Tuve la gran fortuna de conseguir un préstamo bancario para financiar el 100% del valor de compra y un par de días después, cerré la operación. El nombre que le di al velero: Champ.

Poco a poco fui haciéndole mejoras al velero y a principios del 2012 me inscribí a una regata llamada Singlehanded Transpac que se realiza en Julio cada dos años. Esta carrera consiste en velear en solitario y sin asistencia desde San Francisco a Hawái, recorriendo alrededor de 2,300 millas náuticas (más de 4,000 kilómetros). Tuve que realizar varias salidas para poder calificar al Transpac y luego tuve que velear el Champ junto con Ricardo hasta San Francisco. Me llevó 16 días realizar esta travesía y fue una de las mejores experiencias que he vivido.

Durante Abril y Mayo del 2013 por fin pude lograr mi objetivo de escalar el Monte Everest dos veces en la misma temporada, por rutas (y países) diferentes. Al descender de la segunda cima, aún me encontraba inmerso en los Himalayas pero mi mente estaba ya pensando en el mar, y en todo lo que tendría que hacer durante el verano para estar listo para intentar esta nueva aventura, la cual llevo más de dos años planeando y diez años soñando.

En las siguientes semanas estaré platicando sobre las reglas para que se considere una vuelta al mundo en solitario, sobre los preparativos, la ruta y sobre los retos a los que me estaré enfrentando durante el viaje. Por lo pronto los dejo con esta fotografía tomada al arranque del Singlehanded Transpac y que creo que habla por si sola de lo maravilloso que será este proyecto. Hasta la victoria, ¡siempre!

Champ

Crónica del segundo ascenso al Everest en una sola temporada


Ha pasado casi un mes desde que llegué a la cima del Everest por segunda ocasión este año y han ocurrido muchas cosas, la mayoría de ellas inesperadas, desde entonces. Pero una de las razones por la cuál no escribí en el blog sobre este segundo ascenso es porque quería tener tiempo para reflexionar sobre lo conseguido y poder escribir de una forma más objetiva. Esto es lo ocurrido en esos últimos días en que logré el Doble Ascenso al Everest por caras diferentes en la misma temporada.

El momento más difícil de toda la expedición fue, sin duda cuando desperté en Katmandú en el hotel Yak & Yeti en la madrugada del 13 de Mayo. Eran alrededor de las 4:00am y estaba completamente desorientado. Poco a poco fui recordando dónde estaba y que no habían pasado ni siquiera 48 horas desde que estuve parado en la cima del Everest en condiciones muy difíciles el 11 de Mayo. Ese mismo día había descendido hasta el campamento dos y la madrugada siguiente al campamento base, para luego tomar un par de helicópteros que me dejaron en Katmandú. Y pienso que fue el momento más difícil porque lo último que quería hacer era tomar mis maletas y hacerlo todo de nuevo. Lo que quería era quedarme tranquilo y descansando. Pero cuando recordé mi motivación y todo lo sacrificado para que pudiera estar en posición de intentar un nuevo ascenso, se acabaron las dudas y me decidí a continuar.

La frase que mejor definiría a los días que siguieron es “movimiento constante”. 13 de Mayo, diez horas en camionetas y Jeeps para viajar desde Katmandú hasta Kodari, en la frontera con China y luego cruzar hacia Tíbet para llegar hasta el Campamento Base del lado Norte. 14 de Mayo, travesía de 25 kilómetros a través de las montañas y glaciares hasta el Campamento Base Avanzado, ascendiendo en total unos 1,300 metros. 15 de Mayo, escalda hasta el Campamento 1 en el Collado Norte a través de un gran glaciar y una pequeña cascada de hielo. 16 de Mayo, intento de escalada hasta el Campamento 2 pero nos fuimos forzados a regresar a los 7,500 metros por los vientos de más de 100km/h en los que hubiera sido imposible montar una tienda de campaña. 17 de Mayo, escalada hasta el Campamento 2 a 7,700 metros con vientos más moderados. 18 de Mayo, escalada hasta el último campamento, el Campamento 3 a 8,300 metros de altura y en el camino tuvimos que pasar sobre el primer cadáver en la ruta, el de un Sherpa que había fallecido el día anterior en el descenso. Como había iniciado el ascenso por el lado Sur el 8 de Mayo, hasta ese momento llevaba 11 días de movimiento constante. La inercia es lo que me mantenía yendo hacia delante.

El ascenso por la Cara Norte del Everest fue muy diferente a lo que estaba acostumbrado hasta ese momento en el que había llegado a la cima por el lado Sur en cuatro ocasiones. Cuando en el sur escalábamos casi exclusivamente sobre hielo y nieve, y nuestros crampones rara vez tocaban roca, en el lado Norte escalábamos principalmente sobre rocas y con secciones ocasionales de nieve. Sería muy ineficiente estarnos colocando y retirando los crampones entrando y saliendo de la nieve por lo que los tenemos colocados todo el tiempo a pesar de que hacen más difícil la escalada en roca.

El último campamento en el lado Norte, el de China/Tíbet, está 300 metros por encima del campamento más alto del lado de Nepal a 8,000 metros y tratamos de pasar el menor tiempo posible a esa altura ya que el cuerpo comienza a deteriorarse muy rápido y le cuesta trabajo digerir el poco alimento que comemos con dificultad. Llegamos al Campamento 3 alrededor de las tres de la tarde. El viento había disminuido significativamente comparado con los dos últimos días y el cielo estaba despejado. Se veía una capa baja de nubes que cubría los principales picos de los Himalayas pero sobresalía la cima del Cho-Oyu, la sexta montaña más alta del mundo. En una pequeña sección de nieve, Mingma Sherpa y yo hicimos una plataforma en donde armamos y colocamos la tienda de campaña en la que pasamos las siguientes horas. Había un cadáver envuelto en el toldo de una tienda a pocos metros de distancia. Mingma fue el Sirdar o jefe de la expedición de Asian Trekking en el lado Chino y con él tuve la oportunidad de llegar a la cima del Everest en 2008. Una vez dentro de nuestro refugio, comenzamos el largo proceso de derretir nieve para tener agua y poder cocinar. Esto lo continuamos haciendo durante toda la tarde. En la siguientes horas traté de descansar lo más posible y traté de visualizarme sobrepasando los principales obstáculos que tendríamos que cruzar para llegar a la cima y me veía dando los últimos pasos antes de mi meta. Tanto esfuerzo y tantos sacrificios, y estaba a unas horas de iniciar el ascenso final.

Como mi experiencia en el lado Norte era relativamente limitada y Mingma ya había subido por ahí en cuatro ocasiones, le pregunté que a qué hora tendríamos que iniciar a escalar esa noche para llegar a la cima alrededor de las siete de la mañana. Me dijo que pensaba que nos llevaría unas ocho horas y que debíamos de iniciar el ascenso final a las 11:00pm (a pesar de estar en China, donde en todo el país se usa la hora de Beijing a miles de kilómetros de distancia, prácticamente todos los alpinistas usan la hora de Nepal). Apagamos la estufa, nos colocamos las máscaras de oxigeno y pasamos varias horas en silencio esperando a que llegara la hora de partir.

Nos tomó casi media hora alistarnos, moviéndonos con la lentitud que es característica a esa altura y estuvimos listos a tiempo. El lado Norte del Everest tiene la mala fama de tener siempre vientos altos y peligrosos pero el resto del tiempo que estuve en la montaña fue casi de completa calma. Cuando salí de la tienda de campaña a la hora acordada, la oscuridad era total y poco a poco pude ver que el cielo estaba despejado y brillaban algunas estrellas. En la parte de arriba de la ruta se alcanzaban a ver las luces de un grupo que había iniciado minutos antes.

Nunca había estado yo en esta parte de la montaña y me era completamente desconocida. No tenía puntos de referencia para medir nuestro avance y la escalada se me hizo monótona en la primera hora. Rocas, rocas y más rocas. Mingma y yo pasamos al grupo que iba adelante y tomamos la punta. Yo iba escalando delante de él. La monotonía se rompió cuando de pronto mi lámpara iluminó las botas de un cadáver enfrente de mi. Ese fue el primero de más de una docena que me fui encontrando durante la noche. Todos aparecían de la misma manera: como un contraste a la roca gris, un bulto de colores en posiciones que no naturales. Son cuerpos de alpinistas que han fallecido en años anteriores y que es difícil y peligroso bajarlos a esa altura. Con tantos accidentes en la montaña me he vuelto insensible a esto pero cada vez que me cruzaba con uno nuevo decía para mi “¡Carajo!, uno más”. Al final me servían de recordatorio de las consecuencias que pueden tener las malas decisiones y me ayudaban a concentrarme más.

Escalando a lo largo de la arista Norte, llegamos a la sección conocida como el primer escalón, una pared de roca casi vertical de unos 5 metros de altura y la pasamos sin mucha dificultad. Continuamos la travesía por la arista y a lo lejos alcancé a ver la fila de luces del grupo que iba escalando por la arista Sureste del lado de Nepal y otras más en el Lhotse. ¡Y pensar que tan sólo ocho días antes había estado yo escalando con Sonam por ahí! Llegamos al segundo escalón y este consiste en dos secciones completamente verticales de unos 20 metros de altura en total pero en las que desde hace décadas se colocaron escaleras para subir. Varios cadáveres después, escalamos el tercer escalón, el último verdadero obstáculo antes de llegar a la cima. Eran las 3:00am y faltaba por lo menos una hora y media para el amanecer. Quería llegar a la cima con luz del día y nos refugiamos atrás de una piedra donde esperamos sentados casi una hora hasta que se empezaron a ver las primeras luces del día en el horizonte. En ese momento eran las 4:00am y reiniciamos el ascenso. Subimos una sección de nieve de unos 60º de inclinación y cruzamos una banda de roca. Finalmente llegamos a la arista final de nieve que está bordeada de cornisas que se desploman regularmente. De pronto, a lo lejos se alcanzó a ver la cima, con sus características banderas de oración y la vi desde un ángulo del que nunca había tenido oportunidad de verla. Mi meta estaba muy cerca.

Siempre soy honesto cuando platico estas experiencias y por eso debo decir que cuando di los últimos pasos a la cima no sentí mucha emoción. Realmente sentí un descanso por saber que después de tanto, tanto tiempo había logrado mi objetivo de hacer un Doble Ascenso al Monte Everest por caras diferentes en la misma temporada. Fue una sensación de liberación. Ya no tenía que intentarlo más. Eran las 4:30am hora de Nepal. Minutos después comenzó a llegar gente a la cima tanto por el lado de Nepal como por el de China e incluso vi personas con las que estuve durante un mes mientras escalaba por el lado Sur. Comenzó a salir el sol eliminado completamente la oscuridad y empezó el nuevo día. Saqué mi teléfono satelital e hice una llamada a mi familia para avisarles que estaba ahí, en la cima del Everest nuevamente, habiendo cumplido mi objetivo del Doble Asenso. Les agradecí todo el apoyo y les recordé que ese éxito era tanto de ellos como mío porque sin ellos nunca lo habría logrado. Les prometí que les hablaría desde el Campamento 3 una vez que hubiera bajado. Le di un abrazo a Mingma y lo felicité por haber llegado a la cima por octava ocasión (fue la quinta para mi) e hice una llamada por el radio a Dawa Steven de Asian Trekking que se encontraba en el Campamento Base del lado de Nepal. A Dawa también le agradecí todo el apoyo durante todas mis expediciones a los Himalaya y por haber hecho posible la logística que me tenía ahí. Vino el momento de tomar fotografías y no pudo faltar la tradicional en la que estoy sosteniendo una foto de mi familia. Luego, tomé varios minutos para disfrutar la vista espectacular que seguramente no volveré a ver en mi vida e inicié el descenso.

Bajando me encontré con varios cadáveres más que no había visto en la oscuridad de la noche. Nuevos recordatorios de las consecuencias que tienen los errores a esa altura. Cuando llegamos al Campamento 3, hice la llamada prometida y después de descansar una hora desmontamos el campamento y continuamos bajando. Sentía el cansancio acumulado de varios días sin dormir y de una semana y media de movimiento constante. Pasaron las horas y los campamentos, el 2, el 1, descendimos del Collado Norte y alrededor de las 2:00pm regresamos al Campamento Base Avanzado en donde pasamos esa noche. Hubo un pastel después de la cena para festejar el ascenso y después me retiré a dormir a mi tienda de campaña. El cansancio y la fatiga acumulada era bastante, pero sentía un desgaste mental extremo. Sin embargo, cuando me metí a mi bolsa de dormir y cerré los ojos, llegó el momento de mayor satisfacción en el que realmente entendí que cumplí mi objetivo, que las cientos de horas de entrenamiento, de organización logística, de preparación mental, de viaje, etc. valieron la pena, y que al final tuve la oportunidad de compartir la experiencia con familia y amigos a través del blog y de las redes sociales. Después vinieron algunos reconocimientos de terceros. Pero la principal recompensa fue cumplir mi meta, y poderla compartir.

Muchas gracias por haberme acompañado en esta aventura de varios meses. Pronto vendrán otras que espero seguir compartiendo por este medio.

Hasta la victoria, ¡siempre!

*Todas las fotos están en Facebook