Crónica del segundo ascenso al Everest en una sola temporada


Ha pasado casi un mes desde que llegué a la cima del Everest por segunda ocasión este año y han ocurrido muchas cosas, la mayoría de ellas inesperadas, desde entonces. Pero una de las razones por la cuál no escribí en el blog sobre este segundo ascenso es porque quería tener tiempo para reflexionar sobre lo conseguido y poder escribir de una forma más objetiva. Esto es lo ocurrido en esos últimos días en que logré el Doble Ascenso al Everest por caras diferentes en la misma temporada.

El momento más difícil de toda la expedición fue, sin duda cuando desperté en Katmandú en el hotel Yak & Yeti en la madrugada del 13 de Mayo. Eran alrededor de las 4:00am y estaba completamente desorientado. Poco a poco fui recordando dónde estaba y que no habían pasado ni siquiera 48 horas desde que estuve parado en la cima del Everest en condiciones muy difíciles el 11 de Mayo. Ese mismo día había descendido hasta el campamento dos y la madrugada siguiente al campamento base, para luego tomar un par de helicópteros que me dejaron en Katmandú. Y pienso que fue el momento más difícil porque lo último que quería hacer era tomar mis maletas y hacerlo todo de nuevo. Lo que quería era quedarme tranquilo y descansando. Pero cuando recordé mi motivación y todo lo sacrificado para que pudiera estar en posición de intentar un nuevo ascenso, se acabaron las dudas y me decidí a continuar.

La frase que mejor definiría a los días que siguieron es “movimiento constante”. 13 de Mayo, diez horas en camionetas y Jeeps para viajar desde Katmandú hasta Kodari, en la frontera con China y luego cruzar hacia Tíbet para llegar hasta el Campamento Base del lado Norte. 14 de Mayo, travesía de 25 kilómetros a través de las montañas y glaciares hasta el Campamento Base Avanzado, ascendiendo en total unos 1,300 metros. 15 de Mayo, escalda hasta el Campamento 1 en el Collado Norte a través de un gran glaciar y una pequeña cascada de hielo. 16 de Mayo, intento de escalada hasta el Campamento 2 pero nos fuimos forzados a regresar a los 7,500 metros por los vientos de más de 100km/h en los que hubiera sido imposible montar una tienda de campaña. 17 de Mayo, escalada hasta el Campamento 2 a 7,700 metros con vientos más moderados. 18 de Mayo, escalada hasta el último campamento, el Campamento 3 a 8,300 metros de altura y en el camino tuvimos que pasar sobre el primer cadáver en la ruta, el de un Sherpa que había fallecido el día anterior en el descenso. Como había iniciado el ascenso por el lado Sur el 8 de Mayo, hasta ese momento llevaba 11 días de movimiento constante. La inercia es lo que me mantenía yendo hacia delante.

El ascenso por la Cara Norte del Everest fue muy diferente a lo que estaba acostumbrado hasta ese momento en el que había llegado a la cima por el lado Sur en cuatro ocasiones. Cuando en el sur escalábamos casi exclusivamente sobre hielo y nieve, y nuestros crampones rara vez tocaban roca, en el lado Norte escalábamos principalmente sobre rocas y con secciones ocasionales de nieve. Sería muy ineficiente estarnos colocando y retirando los crampones entrando y saliendo de la nieve por lo que los tenemos colocados todo el tiempo a pesar de que hacen más difícil la escalada en roca.

El último campamento en el lado Norte, el de China/Tíbet, está 300 metros por encima del campamento más alto del lado de Nepal a 8,000 metros y tratamos de pasar el menor tiempo posible a esa altura ya que el cuerpo comienza a deteriorarse muy rápido y le cuesta trabajo digerir el poco alimento que comemos con dificultad. Llegamos al Campamento 3 alrededor de las tres de la tarde. El viento había disminuido significativamente comparado con los dos últimos días y el cielo estaba despejado. Se veía una capa baja de nubes que cubría los principales picos de los Himalayas pero sobresalía la cima del Cho-Oyu, la sexta montaña más alta del mundo. En una pequeña sección de nieve, Mingma Sherpa y yo hicimos una plataforma en donde armamos y colocamos la tienda de campaña en la que pasamos las siguientes horas. Había un cadáver envuelto en el toldo de una tienda a pocos metros de distancia. Mingma fue el Sirdar o jefe de la expedición de Asian Trekking en el lado Chino y con él tuve la oportunidad de llegar a la cima del Everest en 2008. Una vez dentro de nuestro refugio, comenzamos el largo proceso de derretir nieve para tener agua y poder cocinar. Esto lo continuamos haciendo durante toda la tarde. En la siguientes horas traté de descansar lo más posible y traté de visualizarme sobrepasando los principales obstáculos que tendríamos que cruzar para llegar a la cima y me veía dando los últimos pasos antes de mi meta. Tanto esfuerzo y tantos sacrificios, y estaba a unas horas de iniciar el ascenso final.

Como mi experiencia en el lado Norte era relativamente limitada y Mingma ya había subido por ahí en cuatro ocasiones, le pregunté que a qué hora tendríamos que iniciar a escalar esa noche para llegar a la cima alrededor de las siete de la mañana. Me dijo que pensaba que nos llevaría unas ocho horas y que debíamos de iniciar el ascenso final a las 11:00pm (a pesar de estar en China, donde en todo el país se usa la hora de Beijing a miles de kilómetros de distancia, prácticamente todos los alpinistas usan la hora de Nepal). Apagamos la estufa, nos colocamos las máscaras de oxigeno y pasamos varias horas en silencio esperando a que llegara la hora de partir.

Nos tomó casi media hora alistarnos, moviéndonos con la lentitud que es característica a esa altura y estuvimos listos a tiempo. El lado Norte del Everest tiene la mala fama de tener siempre vientos altos y peligrosos pero el resto del tiempo que estuve en la montaña fue casi de completa calma. Cuando salí de la tienda de campaña a la hora acordada, la oscuridad era total y poco a poco pude ver que el cielo estaba despejado y brillaban algunas estrellas. En la parte de arriba de la ruta se alcanzaban a ver las luces de un grupo que había iniciado minutos antes.

Nunca había estado yo en esta parte de la montaña y me era completamente desconocida. No tenía puntos de referencia para medir nuestro avance y la escalada se me hizo monótona en la primera hora. Rocas, rocas y más rocas. Mingma y yo pasamos al grupo que iba adelante y tomamos la punta. Yo iba escalando delante de él. La monotonía se rompió cuando de pronto mi lámpara iluminó las botas de un cadáver enfrente de mi. Ese fue el primero de más de una docena que me fui encontrando durante la noche. Todos aparecían de la misma manera: como un contraste a la roca gris, un bulto de colores en posiciones que no naturales. Son cuerpos de alpinistas que han fallecido en años anteriores y que es difícil y peligroso bajarlos a esa altura. Con tantos accidentes en la montaña me he vuelto insensible a esto pero cada vez que me cruzaba con uno nuevo decía para mi “¡Carajo!, uno más”. Al final me servían de recordatorio de las consecuencias que pueden tener las malas decisiones y me ayudaban a concentrarme más.

Escalando a lo largo de la arista Norte, llegamos a la sección conocida como el primer escalón, una pared de roca casi vertical de unos 5 metros de altura y la pasamos sin mucha dificultad. Continuamos la travesía por la arista y a lo lejos alcancé a ver la fila de luces del grupo que iba escalando por la arista Sureste del lado de Nepal y otras más en el Lhotse. ¡Y pensar que tan sólo ocho días antes había estado yo escalando con Sonam por ahí! Llegamos al segundo escalón y este consiste en dos secciones completamente verticales de unos 20 metros de altura en total pero en las que desde hace décadas se colocaron escaleras para subir. Varios cadáveres después, escalamos el tercer escalón, el último verdadero obstáculo antes de llegar a la cima. Eran las 3:00am y faltaba por lo menos una hora y media para el amanecer. Quería llegar a la cima con luz del día y nos refugiamos atrás de una piedra donde esperamos sentados casi una hora hasta que se empezaron a ver las primeras luces del día en el horizonte. En ese momento eran las 4:00am y reiniciamos el ascenso. Subimos una sección de nieve de unos 60º de inclinación y cruzamos una banda de roca. Finalmente llegamos a la arista final de nieve que está bordeada de cornisas que se desploman regularmente. De pronto, a lo lejos se alcanzó a ver la cima, con sus características banderas de oración y la vi desde un ángulo del que nunca había tenido oportunidad de verla. Mi meta estaba muy cerca.

Siempre soy honesto cuando platico estas experiencias y por eso debo decir que cuando di los últimos pasos a la cima no sentí mucha emoción. Realmente sentí un descanso por saber que después de tanto, tanto tiempo había logrado mi objetivo de hacer un Doble Ascenso al Monte Everest por caras diferentes en la misma temporada. Fue una sensación de liberación. Ya no tenía que intentarlo más. Eran las 4:30am hora de Nepal. Minutos después comenzó a llegar gente a la cima tanto por el lado de Nepal como por el de China e incluso vi personas con las que estuve durante un mes mientras escalaba por el lado Sur. Comenzó a salir el sol eliminado completamente la oscuridad y empezó el nuevo día. Saqué mi teléfono satelital e hice una llamada a mi familia para avisarles que estaba ahí, en la cima del Everest nuevamente, habiendo cumplido mi objetivo del Doble Asenso. Les agradecí todo el apoyo y les recordé que ese éxito era tanto de ellos como mío porque sin ellos nunca lo habría logrado. Les prometí que les hablaría desde el Campamento 3 una vez que hubiera bajado. Le di un abrazo a Mingma y lo felicité por haber llegado a la cima por octava ocasión (fue la quinta para mi) e hice una llamada por el radio a Dawa Steven de Asian Trekking que se encontraba en el Campamento Base del lado de Nepal. A Dawa también le agradecí todo el apoyo durante todas mis expediciones a los Himalaya y por haber hecho posible la logística que me tenía ahí. Vino el momento de tomar fotografías y no pudo faltar la tradicional en la que estoy sosteniendo una foto de mi familia. Luego, tomé varios minutos para disfrutar la vista espectacular que seguramente no volveré a ver en mi vida e inicié el descenso.

Bajando me encontré con varios cadáveres más que no había visto en la oscuridad de la noche. Nuevos recordatorios de las consecuencias que tienen los errores a esa altura. Cuando llegamos al Campamento 3, hice la llamada prometida y después de descansar una hora desmontamos el campamento y continuamos bajando. Sentía el cansancio acumulado de varios días sin dormir y de una semana y media de movimiento constante. Pasaron las horas y los campamentos, el 2, el 1, descendimos del Collado Norte y alrededor de las 2:00pm regresamos al Campamento Base Avanzado en donde pasamos esa noche. Hubo un pastel después de la cena para festejar el ascenso y después me retiré a dormir a mi tienda de campaña. El cansancio y la fatiga acumulada era bastante, pero sentía un desgaste mental extremo. Sin embargo, cuando me metí a mi bolsa de dormir y cerré los ojos, llegó el momento de mayor satisfacción en el que realmente entendí que cumplí mi objetivo, que las cientos de horas de entrenamiento, de organización logística, de preparación mental, de viaje, etc. valieron la pena, y que al final tuve la oportunidad de compartir la experiencia con familia y amigos a través del blog y de las redes sociales. Después vinieron algunos reconocimientos de terceros. Pero la principal recompensa fue cumplir mi meta, y poderla compartir.

Muchas gracias por haberme acompañado en esta aventura de varios meses. Pronto vendrán otras que espero seguir compartiendo por este medio.

Hasta la victoria, ¡siempre!

*Todas las fotos están en Facebook