¿Por qué el velero se llama Champ?
Cuando obtuve el préstamo que me permitió
comprar el velero para dar la vuelta al mundo en solitario, sin hacer paradas y
sin asistencia, en Diciembre de 2011, tuve que comenzar a pensar en qué nombre
le iba a dar. Hasta ese momento el velero se llamaba Charm (amuleto). Pero como
el velero sería mi compañero, vehículo y amigo en esta travesía alrededor del
mundo, quería darle un nombre que realmente significara algo personal. Hay
muchas supersticiones sobre cambiarle de nombre a un barco pero no hice caso de
ellas. Preparé una lista con posibles nombres y después de un largo proceso me
decidí por el primer nombre que escribí en la lista: Champ (campeón, en Inglés).
Pero no es un nombre que se me ocurrió espontaneamente. Champ tiene una
historia y una tradición:
A finales de los años 80’s uno de mis
tíos estaba navegando con amigos suyos por las costas de Huatulco. Al llegar a
la Bahía de Santa Cruz se encontró con que había un par de mástiles que salían
del agua de un velero hundido cerca de la playa. Después de investigar con las
personas de la zona se enteró de que el velero llevaba tan solo pocos días de
que se había hundido pero llevaba mucho tiempo abandonado, anclado en la bahía.
Lo más probable es que, tras un tiempo abandonado, las personas de la zona
comenzaron a subirse y a llevarse partes hasta que alguien jaló alguna manguera
que hizo que el velero se hundiera. Mi tío esnorqueleó y encontró la matrícula del
velero hundido. Hasta se momento se llamaba La Strega, es decir, La Bruja, en
Italiano. De regreso en la Ciudad de México, mi tío estuvo investigando y
encontró que el velero posiblemente había sido usado para narcotráfico y que,
como estaba obstruyendo la navegación del puerto, al sacarlo del agua podría
ser el nuevo propietario.
Mi tío llevaba años buceando con mi papá
y con sus otros hermanos y armaron un plan para sacar ese velero del fondo del
mar. En ese entonces yo tenía unos ocho años pero recuerdo con mucho cariño esa
aventura. Me acuerdo que colocaron un cabo que iba desde la playa hasta el
velero hundido y eran tal vez unos 100 o 200 metros de distancia. Iba y venía. Utilizaban
tambos de 200 litros agrupados en paquetes de tres y colocados a ambos lados
del velero, de una manera muy ingeniosa. A mis ocho años me iba nadando de la
playa al velero donde veía a el equipo de buzos trabajando. Desafortunadamente
tuve que regresar a la escuela antes del momento en que el velero hundido
regresó a la superficie.
Durante las semanas que estuvimos en
Huatulco, mi papá y mis tíos tenían la costumbre de llamar a todos sus sobrinos
(incluyéndome a mi) “campeón”. Así nos llamaban a todos. Era inevitable que
cuando el velero estuvo finalmente a flote, decidieron llamarlo Champ.
Tengo extraordinarios recuerdos del Champ. En
él aprendí a velear y durante más de dos décadas tuvo su casa en el Club de
Yates de Acapulco. Tengo recuerdos de noches en Acapulco de mucho
calor, compartiendo una hamaca con mi papá en la cubierta del Champ. Pero, como
suele ocurrir en la vida, el Champ cumplió su ciclo y mi papá y tío decidieron
venderlo hace un par de años.
Por
eso, cuando hice mi lista de posibles nombres para el nuevo velero, el primero
que escribí fue Champ. Hubieron otros pero pronto fueron descartados. El “nuevo”
Champ será mi casa, mi amigo, mi refugio y compañero durante los siete u ocho
meses que pase navegando alrededor del mundo y me siento orgulloso de seguir
con esa tradición que tantas aventuras le ha traído a la familia.
Como dato curioso, el siguiente nombre
que le hubiera dado al velero hubiera sido Tortuga.