10 de Septiembre, fin de la tormenta
¡Que intensas estuvieron las últimas 48 horas! A pesar de ir derivando lentamente con la estrategia que usamos, las olas eran de unos 4 o 5 metros y algunas rompían alrededor de nosotros por las rachas de viento de hasta 48 nudos (casi 90km/h). Y el movimiento dentro del Champ era tan intenso que cualquier objeto que no hubiéramos asegurado se convertía en un proyectil. De cualquier forma, Ricardo y yo logramos soportarla sin marearnos. No es fácil pasar tanto tiempo dentro de la cabina y a esperar a que pasen las horas, con el anhelo de que termine esto pronto y que vaya mejorando el clima. Pero no mejoraba.
En estas circunstancias es importante mantenerse dentro del velero y evitar salir a la cubierta. Y en caso de hacerlo, siempre con chaleco, arnés y asegurado. Las escotillas siempre quedan cerradas. En la mañana del día 10 tuve que salir para ajustar unos cabos que se habían soltado con el viento y me coloqué mi ropa de tormenta, botas, pantalón y chamarra, arnés y chaleco. Iba a ser cosa de un minuto: salir, ajustar, regresar. En cuanto salí a la cubierta, sentí toda la fuerza del viento y el impresionante ruido de la tormenta. Ricardo cerró la escotilla detrás de mi y me observaba por una pequeña ventana. No tenía ni 30 segundos de haber salido cuando una enorme ola rompió sobre la popa el velero y exactamente en el lugar en el que estaba parado. Fue un baño de agua helada y toda la bañera quedó llena. El agua me llegaba hasta las rodillas y rápidamente fue saliendo por los drenajes. Me asomé a la escotilla para avisarle a Ricardo que todo estaba bien y pero en ese momento, dentro del velero, le cayó sobre a cabeza un chorro de agua que se metió por una de las ventilas.
Durante la noche, tuve que estar monitoreando el tráfico de barcos que carga que navegan por la costa y en tres ocasiones tuve que llamarles por el radio para decirles que estábamos derivando y que tendrían que moverse para evitarnos. También en la noche tuve oportunidad de hacer una lista de cosas que deben de ser modificadas y mejoradas en el velero antes de el viaje largo, y desafortunadamente no es una lista corta.
Hoy en la madrugada comenzó a descender la velocidad del viento y a las 6:00am ya era de unos 20 nudos. Las olas ya también habían disminuido y raramente rompían. Antes de volver a sacar las velas y navegar tuvimos una muy difícil tarea. La de recuperar los casi 100 metros de cabo con 80 pequeños conos que veníamos arrastrando. Nos llevó dos horas.
En el resto del día, mejoraron las condiciones y pudimos rodear el Cabo Mendocino y estamos a 170 millas náuticas al Noroeste de San Francisco. Vamos avanzando despacio porque desafortunadamente hoy el viento ha soplado del Sureste, justo hacia donde nos queremos dirigir. Nos falta un poco menos de 2,000 millas náuticas para llegar a Acapulco y unas 530 para entrar a aguas Mexicanas.
En estas circunstancias es importante mantenerse dentro del velero y evitar salir a la cubierta. Y en caso de hacerlo, siempre con chaleco, arnés y asegurado. Las escotillas siempre quedan cerradas. En la mañana del día 10 tuve que salir para ajustar unos cabos que se habían soltado con el viento y me coloqué mi ropa de tormenta, botas, pantalón y chamarra, arnés y chaleco. Iba a ser cosa de un minuto: salir, ajustar, regresar. En cuanto salí a la cubierta, sentí toda la fuerza del viento y el impresionante ruido de la tormenta. Ricardo cerró la escotilla detrás de mi y me observaba por una pequeña ventana. No tenía ni 30 segundos de haber salido cuando una enorme ola rompió sobre la popa el velero y exactamente en el lugar en el que estaba parado. Fue un baño de agua helada y toda la bañera quedó llena. El agua me llegaba hasta las rodillas y rápidamente fue saliendo por los drenajes. Me asomé a la escotilla para avisarle a Ricardo que todo estaba bien y pero en ese momento, dentro del velero, le cayó sobre a cabeza un chorro de agua que se metió por una de las ventilas.
Durante la noche, tuve que estar monitoreando el tráfico de barcos que carga que navegan por la costa y en tres ocasiones tuve que llamarles por el radio para decirles que estábamos derivando y que tendrían que moverse para evitarnos. También en la noche tuve oportunidad de hacer una lista de cosas que deben de ser modificadas y mejoradas en el velero antes de el viaje largo, y desafortunadamente no es una lista corta.
Hoy en la madrugada comenzó a descender la velocidad del viento y a las 6:00am ya era de unos 20 nudos. Las olas ya también habían disminuido y raramente rompían. Antes de volver a sacar las velas y navegar tuvimos una muy difícil tarea. La de recuperar los casi 100 metros de cabo con 80 pequeños conos que veníamos arrastrando. Nos llevó dos horas.
En el resto del día, mejoraron las condiciones y pudimos rodear el Cabo Mendocino y estamos a 170 millas náuticas al Noroeste de San Francisco. Vamos avanzando despacio porque desafortunadamente hoy el viento ha soplado del Sureste, justo hacia donde nos queremos dirigir. Nos falta un poco menos de 2,000 millas náuticas para llegar a Acapulco y unas 530 para entrar a aguas Mexicanas.