Primeras 48 horas.

Los primeros dos días de esta aventura han sido de grandes contrastes. Primero, tuvimos el arranque de la carrera en la que estábamos cerca de 40 veleros (sólo 23 estamos participando en el SHT). Por el radio iban anunciando los tiempos para el arranque de cada división. Mi hora de salida fue las 12:25pm. Cinco minutos antes, se toca una corneta y es como un aviso. Un minuto antes, hay otra corneta y en ese momento nos enfilamos hacia la línea imaginaria entre una boya y el Club de Yates. A las 12:25pm en punto sonó el cañonazo que marcó el inicio de nuestra división. Había mucha niebla y el Golden Gate estaba completamente envuelto por las nubes. Aunque vi veleros alrededor de nosotros, no traté de identificar quién era quién y me concentré en ser lo más eficiente y controlar bien el velero porque de inmediato aumentó el viento hasta unos 25 nudos.

La salida al Pacífico por el Golden Gate es relativamente estrecha y era importante calcular bien el viento y el ángulo al que podríamos navegar para salir sin tener que luchar demasiado. Creo que lo hicimos bastante bien y no fue sino hasta que nos encontramos debajo del puente que alcancé a ver la estructura. ¡De verdad estábamos en camino!

El primer cambio llegó una media hora después de salir de la bahía ya que disminuyó súbitamente el viento y provenía de la dirección hacia donde nos tenemos que dirigir, 240º. Primero me dirigí hacia el suroeste sin encontrar buen viento y decidí cambiar el rumbo hacia el noroeste esperando mejores condiciones. Y sí hubo una mejora pero a cambio de adentrarnos en los canales de navegación de los grandes barcos.

Traté de comer algo y de organizarme para el resto del viaje. Pronto recordé lo fácil que es perder cosas en un velero tan pequeño y pasé un rato buscando mi navaja. Cerca de las 8:00pm viramos definitivamente hacia el suroeste y nos preparamos para la noche. Todos los días a las 9 de la mañana y 9 de la noche tenemos llamadas a través de los radios de onda corta para reportar nuestras posiciones y platicar un poco sobre la situación de cada uno. Me da gusto escuchar otras voces. El viento volvió a disminuir en la noche y así continuó hasta la mañana del domingo 1 de Julio.

Mi primera noche en el mar fue bastante buena, descansando treinta minutos continuos y parándome a revisar las condiciones del velero, del viento y del mar. No me costó trabajo entrar a esta rutina.

En la mañana del domingo, me enteré que estaba en el lugar 17 de los 23 veleros y aunque mi objetivo no es realmente competir, sino vivir una aventura, cuesta trabajo no entrar mentalmente a la competencia.

A medio día, como se tenía pronosticado, aumentaron otra vez los vientos hasta 25 nudos con rachas de 30 nudos. En todo el día hice unos 8 cambios en las velas y cuando aumentó el viento traté de ser lo más conservador posible y cuidar al Champ.

La segunda noche fue muy diferente a la primera ya que con el mar tan crecido y los vientos fuertes, el velero era sacudido permanentemente y costaba trabajo permanecer acostado. Seguramente dormí bastante pero nunc a necesité de la alarma para levantarme a hacer mis revisiones. Con el amanecer llegó también algo de calma y con los vientos de 15 nudos regresó mi apetito ya que llevaba cerca de 24 horas sin comer.

Esta aventura comienza maravillosamente, con 267 millas náuticas recorridas y unas 1,863 por recorrer. Si seguimos así, es posible que lleguemos a nuestro destino en tan sólo 14 días. Pero aún hay mucho océano por recorer.

Singlehanded Transpac (SHT) – Inicio de la carrera de San Francisco a Hawai


Llegó la fecha y la carrera ya es mañana, sábado 30 de Junio. Llevo meses preparándome y preparando el Champ para esta travesía y siento que estamos completamente preparados. Es extraño pero no me he sentido nervioso ni inquieto por iniciar esta aventura. Simplemente una expectativa por que ya inicie, pero con mucha, mucha calma.

Desde que llegué a San Francisco el miércoles 27 me dediqué a finalizar con algunos pendientes como recoger la balsa de rescate para aguas abiertas, imprimir mis cartas de navegación, recoger el Champ de las mejoras que se le hicieron a los sistemas eléctricos, compra de todas las provisiones para el viaje, juntas de capitanes, inspecciones, llevar el velero a la marina para el arranque y muchas cosas más. Tal vez el haber estado tan ocupado no me ha dejado pensar en la enormidad del reto que tengo en puerta: cruzar la mitad del Océano Pacífico, 2,100 millas náuticas o 3,800 kilómetros a lo largo de unos 15 a 20 días.

La buena noticia es que en esta edición del SHT habrá una flota de 23 veleros desde 24 hasta 50 pies de eslora. No gana el primero que llega sino que se usa un sistema de ajustes como el hándicap del golf para ajustar los tiempos. Yo no vengo con la intención de ganar sino de vivir una nueva a ventura. Nada más. Parece que el clima y los vientos nos serán favorables por lo menos durante los primeros días de la travesía.

El arranque de mi categoría es a las 12:20pm hora de San Francisco (dos horas menos que en la Ciudad de México). Durante el trayecto, estaré tratando de enviar reportes a través del blog y será un placer poder compartir esta experiencia.

Hasta la victoria, siempre.

Corinthian's Yacht Club, desde donde arranca la carrera

Champ en el muelle y listo para velear

Provisiones para la carrera

Haciendo cálculos de la ruta y el viento

La bandera de la carrera.


Navegando de Seattle a San Francisco. Final.

El puente Golden Gate marca la entrada a la bahía de San Francisco y es una verdadera obra de arte y un monumento a la ingeniería, el esfuerzo y perseverancia. Pero para nosotros representaba la línea de meta de nuestro viaje. Cuando el sol se metió tras el horizonte la noche del domingo 20 de Mayo, usando el GPS y las cartas de navegación, calculamos que deberíamos estar cruzándolo alrededor de las diez de la mañana del día siguiente. Decidí quedarme despierto toda la noche por causa de la niebla que nos envolvía, la cercanía a la costa forrada por peligrosos precipicios y porque, al acercarnos a nuestro destino, había aumentado otra vez el tráfico de enormes barcos. Durante la noche revisaba el radar, escuchaba música, ajustaba las velas, escuchaba más música, revisaba el pronóstico del tiempo y volvía a comenzar nuevamente el ciclo. Aunque podría parecer monótono y aburrido, las horas hasta el amanecer se me pasaron muy rápido, pensando que pronto llegaríamos a nuestro destino.

Sé que amaneció alrededor de las 5:40 de la mañana pero seguíamos rodeados por la niebla y, como se lo había prometido, bajé a despertar a Ricardo y poco a poco se fue iluminando la niebla con la mañana. La bahía de San Francisco es famosa no solo por la niebla sino también por las fuertes corrientes generadas por las mareas. De no haber calculado bien nuestra hora de llegada, hubiéramos tenido que enfrentarnos a corrientes en contra de 3 ó 4 nudos y no hubiéramos podido maniobrar por la estrecha entrada a la bahía. Afortunadamente, a las 7 de la mañana comenzó a cambiar la corriente ya ayudarnos a avanzar hacia nuestro objetivo que quedaba a tan sólo unas horas.

Fue aumentando la emoción y la expectativa de la llegada. Nuestra visibilidad era nula, pero en el GPS veíamos como nos acercábamos incesantemente al final. Cuando los instrumentos nos indicábamos que estábamos a cerca de una milla náutica, se abrió el cielo sobre nosotros y vimos el sol. De pronto se alcanzó a ver a la distancia a nuestro lado derecho parte de los precipicios que rodean a la bahía y poco después logramos ver el primero de los dos pilotes del puente. Entonces, me sucedió algo que estoy seguro que a todos nos ha ocurrido alguna vez en distintas ocasiones: mientras el viento y la corriente nos impulsaban hacia nuestra meta, sentí la alegría y satisfacción de estar tan cerca de nuestro objetivo pero por otro lado me daba cuenta que esta gran travesía y convivencia con mi papá llegaba a su fin.

De entre la niebla apareció un faro y un fuerte que fue diseñado para proteger el acceso a San Francisco. Mientras nos acercábamos comenzó a aparecer el resto del puente y los detalles de su diseño. Finalmente a las 10:15 de la mañana del Lunes 21 de Mayo, el Champ junto con sus dos tripulantes, y con Ricardo en el timón, cruzaron por debajo del Golden Gate. Nos abrazamos, tomamos una gran cantidad de fotografías después en silencio hice un esfuerzo para recordar el momento. Con las memorias volveré a vivir la emoción de la llegada y con las fotografías tendremos recuerdos de las sonrisas que tuvimos toda esa mañana. Después continuamos navegando junto a la isla de Alcatraz y rumbo a la marina donde descansará el Champ hasta el inicio del Transpac. Fue un viaje memorable.

Así termina la aventura de velear desde Seattle hasta San Francisco. El Transpac, la carrera en la que navegaré solo hasta Hawái iniciará el 30 de Junio. Aun están pendientes algunos preparativos pero sé que estaré listo para esa nueva experiencia. Pero antes, nos toca ir en bicicleta desde la Ciudad de México hasta Acapulco del 7 al 9 de Junio. Pero de eso ya estaré escribiendo después.

Primera vista de la entrada a la bahía de San Francisco

Un barco de carga saliendo

Navegando con la niebla
Faro a la entrada de la bahía






Apunto de llegar


Cruzando la meta


San Francisco






Navegando de Seattle a San Francisco. Quinta parte.

Pasamos tres días más navegando sin parar hacia el sur, el Viernes 18, Sábado 19 y Domingo 20 de Mayo. Fueron tres días extraordinarios en los que entramos a una rutina muy sencilla: después del amanecer, Ricardo despertaba y se quedaba en la cubierta del Champ haciendo guardia mientras yo preparaba el desayuno. A veces el menú era huevos con salchicha vegetariana y otras preparé huevos rotos. Mucha proteína. Luego, bajaba a dormir un poco para recuperarme de las despertadas cada 30 minutos en la noche. Durante el día constantemente ajustábamos las velas para navegar de la manera más eficiente. También, revisábamos nuestra posición con el GPS, actualizábamos el pronóstico del viento, tomábamos decisiones sobre el rumbo que deberíamos seguir para aprovechar mejor las condiciones y escaneábamos el horizonte. Antes del atardecer preparaba de cenar y dormía un rato antes de empezar a despertarme constantemente durante toda la noche.

Creo que nunca hicimos una comida formal al medio día. Desde el desayuno y hasta la cena comíamos barras de proteína y botaneábamos con zanahorias y humus. En el velero tenemos un refrigerados que llenamos de hielo antes de salir y que prendíamos intermitentemente. El Champ tiene una turbina de viento que genera 350 watts aún con poco viento y tiene dos paneles solares que recargan las cuatro baterías. Con esto teníamos suficiente energía para utilizar el piloto automático, radar, medidores de velocidad, profundidad y viento, luces de navegación y el refrigerador de vez en cuando. Como el viento era variable y en ocasiones se moría completamente, durante algunas horas tuvimos que encender el motor del Champ y guardar las velas. Aunque tratamos de velear siempre que fuera posible, agradecimos tener la oportunidad de seguir avanzando hacia nuestro destino. Obviamente en la carrera a Hawaii no tendré esa opción.

Con sólo dos personas en un pequeño velero es inevitable tener largas conversaciones y nos pasamos hablando horas y horas. Pero también los dos sabemos que apreciamos pasa tiempo solos leyendo, escuchando música o simplemente disfrutando la experiencia.

El domingo, ya en la costa de California y con menos de 24 horas para llegar a San Francisco, pudimos ver un espectáculo maravilloso. Mientras estaba en la cubierta escuché algo que salpicaba en el mar y al voltear vi la aleta de un delfín. Uno tras otro comenzaron a saltar delfines alrededor del velero, siguiéndonos mientras avanzábamos. Los veíamos saltar, sumergirse y volver a saltar más adelante. Habrán sido unos 10 ó 15 y duró una media hora. Pero aún nos esperaba algo más impresionante. A unos doscientos o trescientos metros se empezaron a ver las enormes colas de ballenas que salían a respirar y luego se sumergían. Luego de ver tres o cuatro colas, las perdíamos durante algunos minutos y volvían a aparecer por otro lado varios minutos después. Para mi, esta experiencia hizo que se volviera mucho más memorable un viaje que de por si ya era de los mejores de mi vida.

Delfines saltando
Nuestro último atardecer del viaje
Nuestro viaje estaba a punto de terminar. Nos faltaba la última noche. Por la proximidad a canales de navegación decidí permanecer en guardia toda la noche sin dormir por lo que cuando se metió el sol, me tomé una tasa de café bien cargado y me senté en la cubierta a esperar. Pero una densa niebla rodeó al Champ y no se levantó en toda la noche.

Total de millas náuticas recorridas: 784
Millas náuticas por recorrer: 71






Navegando de Seattle a San Francisco. Cuarta parte.


La entrada el Muelle
Despertamos el Miércoles 16 de Mayo en Grey’s Harbor y descansamos hasta las diez de la mañana. Grey’s Harbor es un pequeño pueblo turístico de prácticamente una sola calle que seguramente en el verano tiene mucha actividad. La temporada oficialmente empieza el 26 de Mayo con el Memorial Day. Sin embargo, para nosotros era un pueblo fantasma con casi todos los negocios cerrados. Tiene una gran marina para barcos de pesca comercial y deportiva pero no mucho más. Inicialmente traté de buscar a un especialista en veleros para que nos apoyara con la reparación pero pronto nos dimos cuenta de que no encontraría a nadie a cientos de millas a la redonda y que nosotros nos tendríamos que encargarnos de todo. Por lo tanto, fuimos a una tienda llamada Englund Marine para comprar lo necesario y hacer los arreglos. Ahí, Ricardo aprovechó para comprar ropa térmica que le vino muy bien para pasar las frías noches durante el resto del viaje.



Gray's Harbor
Lo que tuvimos que hacer para la reparación fue pasar un cable de plomo como guía a través de la botavara de aluminio. No estuvo tan sencillo y tardé unos veinte minutos en hacer que saliera por la pequeña ranura que tiene una polea. Después, con cinta gris sujetamos la punta del cable a la punta del cabo. Luego, con mucho cuidado tiramos del cable y una vez que estuvo libre lo tejimos por la vela y lo amarramos. Ahora sí me aseguré de hacer un nudo perfectamente seguro. El otro extremo del cabo lo tuvimos que pasar por un sistema de cuatro poleas, con mucho cuidado de hacerlo bien porque cualquier otra reparación la tendríamos que hacer en el mar.

Terminamos los trabajos después de las dos de la tarde y decidimos pasar una noche más en Gray’s Harbor para estar totalmente descansados antes de continuar. Ya relajados, salimos a comer una pizza en uno de los pocos restaurantes abiertos, recorrimos de ida y vuelta el pequeño pueblo, y nos dormimos temprano.

El Jueves 16 de Mayo, después de un buen desayuno, dejamos Gray’s Harbor y ahora si no volveríamos a tocar tierra hasta San Francisco. El viento era muy favorable, proveniente del Noroeste y de unos 20 nudos. Tan pronto salimos de la marina, izamos las velas del Champ y nos dirigimos al sur. Aquí vale la pena comentar que el Champ tiene tres velas: la Mayor, la Genovesa y el Foque. Estas últimas dos están al frente del mástil. La vela Mayor se levanta a través de una driza (cuerda) que la jala hacia arriba y nosotros tiramos de la cuerda con un sistema que nos da una ventaja mecánica. Tanto la Genovesa como el Foque están enrolladas en diagonal al frente y se desenrollan con el mismo sistema de ventaja mecánica. Todo el día tuvimos este buen viento y navegamos con el Champ muy estable. Cuando aumentó el viento recortamos la vela y agradecí el haber realizado la reparación. Cociné la cena para los dos y después del atardecer bajé a dormir un par de horas mientras Ricardo se quedaba haciendo guardia en la cubierta ya con su ropa térmica y mucho más a gusto que dos noches antes.

Alrededor de las once de la noche desperté y a Ricardo le tocó descansar el resto de la noche. Yo estuve fuera un par de horas, viendo las estrellas, escaneando el horizonte para ver si habían otros barcos y revisando la posición de las velas para verificar que estuviéramos navegando de la forma más eficiente. Cuando me invadió el sueño empecé con una extraña rutina de dormir treinta minutos, despertar con una alarma, ver el horizonte, el viento y las velas y volver a bajar a dormir treinta minutos, repitiendo esto durante el resto de la noche. Esto es mucho más sencillo de lo que podría parecer y los minutos de sueño acumulados son suficientes para sentirse completamente descansado al día siguiente. Incluso, muchas veces me despertaba uno o dos minutos antes de que sonara la alarma. Alrededor de las cinco de la mañana, se empezó a aclarar el cielo y después el sol salió por el horizonte sin que viéramos tierra a nuestro alrededor.

Total de millas náuticas recorridas: 369
Millas náuticas por recorrer: 486






Navegando de Seattle a San Francisco. Tercera parte.


La mañana que dejamos Neah Bay, el 15 de Mayo, el cielo estaba completamente despejado y soleado, y el viento era favorable, del noroeste. Eran unas condiciones inmejorables para dirigirnos a San Francisco. Teníamos planeado que esa fuera nuestra última parada y que pasáramos los siguientes cuatro días y noches veleando hacia el sur. Alrededor de las nueve de la mañana salimos de la pequeña bahía de Neah Bay y volvimos a sentir que aumentaba el tamaño de las olas. La entrada al Estrecho funciona como un embudo para las olas que van hacia el este y han recorrido todo el Pacífico lo que hace que se amplifique su tamaño e intensidad y en un momento llegaron a tener unos tres metros de altura.

Tatoosh Island
Durante aproximadamente dos horas navegamos hacia la salida del Estrecho de Juan de Fuca que está marcado por una pequeña isla rocosa llamada Tatoosh Island y que tiene un faro en la parte más alta. Íbamos de frente a las olas. El motor del Champ nos impulsaba para subirlas y después bajábamos rápidamente por el otro lado para repetir esto cientos de veces. Me sorprendió que tanto Ricardo como yo soportáramos tan bien el fuerte movimiento del velero sin marearnos y cuando rodeamos Tatoosh Island de inmediato comenzó a disminuir el tamaño de las olas. Al izar las velas el Champ de inmediato se volvió mucho más estable y comenzamos a navegar a más de siete nudos (13km/h) promedio. Fue entonces, cuando todo estaba mucho más tranquilo, que Ricardo comenzó a sentir nauseas y a vomitar violentamente. Se recostó y a los cinco minutos volvió a repetir el proceso. Lo increíble fue que de pronto se sintió mejor y no volvió a sentir mareo en todo el viaje.

Ricardo, recuperándose del mareo

Poco a poco nos fuimos alejando de la costa hasta que sólo alcanzábamos a ver los picos nevados de las montañas de la Península Olympic. Durante el resto del día las condiciones fueron perfectas pero en la tarde el viento aumentó al nivel de que debíamos guardar parte de las velas para controlar mejor el velero. Cuando realizamos esta maniobra, el cabo que recorta la vela se desamarró por completo. Era prácticamente imposible reparar esto en el mar y por seguridad debíamos arreglarlo antes de continuar. Analizamos nuestras opciones y decidimos dirigirnos a Gray’s Harbor, un pequeño puerto en la frontera de los estados de Washington y Oregon pero tardaríamos cerca de ocho horas en llegar. El sol se metió, disminuyó la temperatura y se sentía aún más frío por el viento. Navegamos en la oscuriad de la noche y me puse a estudiar la entrada al puerto ya que tendría que ubicarme por las luces de las boyas y por la brújula. No fue nada sencillo descifrar los tenues flashes de luz verde y roja y nos llevó casi una hora entrar a la bahía. Afuera de la marina bajamos las velas y entramos al muelle. A las tres de la mañana, con el Champ asegurado, con mucho frío y cansancio apagamos el motor y bajamos a nuestros camarotes descansar. Las reparaciones tendrían que esperar hasta el día siguiente.



Total de millas náuticas recorridas: 237
Millas náuticas por recorrer: 618






Navegando de Seattle a San Francisco. Segunda parte.


Despertamos el Lunes 14 de Mayo en la marina en Port Angeles. Antes de continuar, necesitábamos recargar el tanque de diesel para el resto del viaje. El muelle de combustible se encontraba ocupado por un yate enorme y tuvimos que esperar cerca de una hora para que terminara de cargar. Cuando se fue, le pregunté al encargado del muelle cuánto habían pagado por llenar el tanque: $6,000 dólares. El Champ se llenó con $80. Ese día tampoco nos favoreció el viento y anduvimos prácticamente todo el tiempo con el motor.

Recorrimos cerca de 60 millas náuticas (110km) a lo largo del Estrecho de Juan de Fuca. Este estrecho está en la frontera entre Estados Unidos y Canadá. En el lado canadiense, el canal de navegación guía a los grandes barcos petroleros, cargueros y pesqueros que van hacia Vancouver. En el lado americano, los barcos van hacia Seattle y Tacoma. También está la estación No. 13 del US Coast Guard, el guardacostas y esto genera aún más tráfico.

Nuevamente nos tocó un día perfecto y soleado. ¡Lástima del viento! Podríamos haber continuado ese día y haber salido al océano. Sin embargo, con mi experiencia anterior me di cuenta que no valía la pena pasar la primera noche tan cerca de la costa y del tráfico. Nos paramos a dormir en la marina de un pequeño pueblo que se llama Neah Bay. Este pueblo se encuentra en territorio de la tribu Makah de los indios nativos y tienen una marina muy bien establecida que usan los barcos de pesca comercial para refugiarse de las tormentas del Pacífico norte.


El proceso para amarrarnos a un muelle es entrar de frente lentamente, conmigo en el timón, y en cuanto hace contacto el velero, Ricardo se baja para amarrar uno de los cabos a una cornamusa. Es un proceso que tenemos bien ensayado pero depende de que yo dirija bien el velero y de que él se baje al muelle en el momento preciso. Al acercarnos al muelle nos encontramos con que, justo donde Ricardo tenía que saltar del velero, ¡habían unos 4 ó 5 leones marinos enormes! Por suerte saltaron al agua al ver que era inminente nuestra llegada.



Eran las 5:00pm y la oficina de la marina y el supermercado se encontraban ya cerrados. Caminamos un poco para estirar las piernas después de todo el día de movernos poco en el velero. Cuando regresamos, preparé de cenar unos portobello asados con una salsa de tomate y unas hamburguesas vegetarianas. Antes de dormir, revisé el pronóstico del tiempo para la costa oeste de Estados Unidos para los siguientes días y todo parecía indicar que tendríamos vientos favorables el resto de nuestro camino.

Total de millas náuticas recorridas: 115
Millas náuticas por recorrer: 740


Navegando de Seattle a San Francisco. Primera parte.


Desde que obtuve la certificación de veleo avanzada, he continuado con mis planes y preparando el velero para la carrera a Hawái este verano. Un requisito para poder participar en el Singlehanded Transpac (en la carrera iré solo de San Francisco a Hawái) es el realizar un crucero de 400 millas náuticas (unos 750 kilómetros), a pura vela y solo, y alejándonos unas 100 millas de la costa. Esto lo completé durante semana santa y pasé algunos momentos complicados debido a que me encontré con una gran cantidad de tráfico marítimo de barcos de carga, petroleros y pesqueros, día y noche.

Una vez completado esto, el siguiente paso era llevar el velero de Seattle hasta San Francisco desde donde iniciará la carrera a finales de Junio. El plan era navegar durante dos días desde Seattle para salir del Puget Sound y el Estrecho de Juan de Fuca y hacer un par de paradas en el camino. Luego, ya en el Océano Pacífico continuar sin parar hasta San Francisco. Calculamos que este viaje nos debería de llevar una semana y recorreríamos aproximadamente 1,500 kilómetros. Inicialmente, este viaje lo había planeado para realizarlo con Roberto, mi tío, y Ricardo, mi papá. Algunos días antes de salir, Roberto nos avisó que no podría acompañarnos y decidimos Ricardo y yo continuar con los planes. Fijamos la fecha de salida para el domingo 13 de Mayo.

Saliendo de la marina en Seattle
Volamos a Seattle el 11 de Mayo y el siguiente día lo usamos para comprar provisiones para el viaje y preparar el Champ. Mientras revisábamos los sistemas, nos dimos cuenta que la bomba de achique automática que se encarga de vaciar rápidamente la sentina (la parte más baja del velero donde se acumula el agua que se puede meter) no estaba funcionando. El velero tiene otra bomba manual, pero no me sentía a gusto saliendo a mar abierto sin este importante sistema. Conseguimos una bomba de repuesto y dejé la instalación para la primera parada que hiciéramos.

Muy temprano el domingo 13 llegamos a la marina e hicimos una última revisión del Champ. Nos aseguramos de que por dentro todo estuviera sujetado y asegurado para que no pudiera salir disparado en caso de que hubiera oleaje fuerte o de que se inclinara mucho el velero. Ricardo ocupó el camarote de proa y yo me instalé en el de popa. Luego, aproximadamente a las 9:30am encendimos el motor, soltamos las amarras y partimos. Era un gran día, completamente soleado, cosa que es poco común en una ciudad como Seattle. También el oleaje era muy tranquilo y la corriente de la marea nos ayudaba a salir más rápido del Puget Sound. El único problema era que el viento soplaba desde el norte y esa era justo la dirección a donde queríamos ir por lo que durante todo ese día usamos el motor.

El Puget Sound

Una boya típica


Ricardo, llegando al puerto
Tuvimos suerte de que el tráfico marítimo fue muy tranquilo ya que en esos estrechos tenemos que compartir el mar con grandes barcos que miden cientos de metros y son muy difíciles de maniobrar. En total ese día recorrimos unos 130 kilómetros y alrededor de las 5 de la tarde llegamos a un puerto llamado Port Angeles. Teníamos reservado un lugar en la marina pero antes de dormir tuve que trabajar durante un rato para remplazar la bomba de achique. Cerca del atardecer, desapareció por completo el viento y el mar se volvió tan tranquilo como una alberca por lo que pasamos una muy buena noche. 
Arreglando la bomba de achique

Atardecer en la marina en Port Angeles

Curso 106 – Cruzando de Florida a Bahamas (Segunda parte)



El tamaño de las olas aumenta como resultado del viento y las corrientes. Cuando ambos fluyen en la misma dirección, se puede hacer una travesía rápida y sin tanto movimiento. La Corriente del Golfo siempre fluye hacia el norte y pero en esta época del año es común que hayan vientos fríos que van hacia el sur y al chocar con la corriente generan olas de 4 o 5 metros de altura. Tan solo a unas millas de Ft. Lauderdale, mientras se metía el sol, comenzó a aumentar el movimiento del velero. Como íbamos tres personas, establecimos un sistema de rotación para que siempre hubieran dos personas en cubierta. Los turnos eran de 30 minutos y hacíamos media hora al timón, media hora de vigía y media hora descansando.

Muy pronto la oscuridad fue total, con las nubes cubriendo la luna y las estrellas y dejando atrás las luces de la costa. Tan sólo teníamos como referencia la brújula con una luz roja (para no afectar nuestra visión nocturna) y luchábamos por mantener el rumbo que calculamos el día anterior. El movimiento era incómodo y el velero difícil de controlar.

Nuestra bitácora
Cuando me encontraba al timón, tenía que estar completamente concentrado. De vigía no tenía muchas referencias visuales pero por lo menos el viento me ayudaba a no marearme. Pero cuando era mi tiempo de “descanso”, bajaba al interior del velero para registrar nuestra posición en las cartas de navegación y comenzaba a sentir nauseas. El movimiento era muy fuerte y soporté bastante, pero de pronto empecé a sentir un cosquilleo en las manos. Subí a la cubierta y alcancé a sujetarme de un barandal pero de pronto comencé a vomitar violentamente sobre la mitad de la bañera y mi brazo derecho. Lo increíble fue que me sentí mejor instantáneamente. Me tuvieron que pasar un par de cubetas con agua para medio lavar mi desorden.

Pasaron las horas en la oscuridad total y poco a poco se fue calmando el mar cuando salimos de la Corriente del Golfo. Llegamos a nuestro destino alrededor de las dos de la mañana y nos anclamos en un lugar protegido. Ya prácticamente sin movimiento me bañé rápidamente y me dormí.

Un velero permanece en “cuarentena” hasta que pasa por aduana y migración del país al que llega y mientras tanto tiene que izar una bandera amarilla. Al día siguiente fuimos al puerto a realizar este trámite y entonces ya pudimos izar la bandera de Bahamas y transitar libremente.
Un naufragio en las Bimini

Días después, cruzamos de regreso a Florida durante el día, con vientos favorables y haciendo un pasaje mucho más tranquilo y agradable que el de ida. Este curso fue una gran experiencia. El examen escrito, que duró varias horas, lo pasé sin ningún problema. Este fue un paso más en el camino al cruce de San Francisco a Hawaii y estoy más animado que nunca.