El puente Golden Gate marca la entrada a
la bahía de San Francisco y es una verdadera obra de arte y un monumento a la
ingeniería, el esfuerzo y perseverancia. Pero para nosotros representaba la línea
de meta de nuestro viaje. Cuando el sol se metió tras el horizonte la noche del
domingo 20 de Mayo, usando el GPS y las cartas de navegación, calculamos que
deberíamos estar cruzándolo alrededor de las diez de la mañana del día
siguiente. Decidí quedarme despierto toda la noche por causa de la niebla que
nos envolvía, la cercanía a la costa forrada por peligrosos precipicios y
porque, al acercarnos a nuestro destino, había aumentado otra vez el tráfico de
enormes barcos. Durante la noche revisaba el radar, escuchaba música, ajustaba
las velas, escuchaba más música, revisaba el pronóstico del tiempo y volvía a
comenzar nuevamente el ciclo. Aunque podría parecer monótono y aburrido, las
horas hasta el amanecer se me pasaron muy rápido, pensando que pronto
llegaríamos a nuestro destino.
Sé que amaneció alrededor de las 5:40 de
la mañana pero seguíamos rodeados por la niebla y, como se lo había prometido,
bajé a despertar a Ricardo y poco a poco se fue iluminando la niebla con la
mañana. La bahía de San Francisco es famosa no solo por la niebla sino también por
las fuertes corrientes generadas por las mareas. De no haber calculado bien
nuestra hora de llegada, hubiéramos tenido que enfrentarnos a corrientes en
contra de 3 ó 4 nudos y no hubiéramos podido maniobrar por la estrecha entrada
a la bahía. Afortunadamente, a las 7 de la mañana comenzó a cambiar la
corriente ya ayudarnos a avanzar hacia nuestro objetivo que quedaba a tan sólo
unas horas.
Fue aumentando la emoción y la
expectativa de la llegada. Nuestra visibilidad era nula, pero en el GPS veíamos
como nos acercábamos incesantemente al final. Cuando los instrumentos nos
indicábamos que estábamos a cerca de una milla náutica, se abrió el cielo sobre
nosotros y vimos el sol. De pronto se alcanzó a ver a la distancia a nuestro
lado derecho parte de los precipicios que rodean a la bahía y poco después
logramos ver el primero de los dos pilotes del puente. Entonces, me sucedió
algo que estoy seguro que a todos nos ha ocurrido alguna vez en distintas ocasiones:
mientras el viento y la corriente nos impulsaban hacia nuestra meta, sentí la
alegría y satisfacción de estar tan cerca de nuestro objetivo pero por otro
lado me daba cuenta que esta gran travesía y convivencia con mi papá llegaba a
su fin.
De entre la niebla apareció un faro y un
fuerte que fue diseñado para proteger el acceso a San Francisco. Mientras nos
acercábamos comenzó a aparecer el resto del puente y los detalles de su diseño.
Finalmente a las 10:15 de la mañana del Lunes 21 de Mayo, el Champ junto con
sus dos tripulantes, y con Ricardo en el timón, cruzaron por debajo del Golden Gate. Nos abrazamos, tomamos
una gran cantidad de fotografías después en silencio hice un esfuerzo para
recordar el momento. Con las memorias volveré a vivir la emoción de la llegada
y con las fotografías tendremos recuerdos de las sonrisas que tuvimos toda esa
mañana. Después continuamos navegando junto a la isla de Alcatraz y rumbo a la
marina donde descansará el Champ hasta el inicio del Transpac. Fue un viaje
memorable.
Así termina la aventura de velear desde
Seattle hasta San Francisco. El Transpac, la carrera en la que navegaré solo
hasta Hawái iniciará el 30 de Junio. Aun están pendientes algunos preparativos
pero sé que estaré listo para esa nueva experiencia. Pero antes, nos toca ir en
bicicleta desde la Ciudad de México hasta Acapulco del 7 al 9 de Junio. Pero de
eso ya estaré escribiendo después.
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Primera vista de la entrada a la bahía de San Francisco |
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Un barco de carga saliendo |
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Navegando con la niebla |
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Faro a la entrada de la bahía |
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Apunto de llegar |
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Cruzando la meta |
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San Francisco |