Navegando de Seattle a San Francisco. Quinta parte.
Pasamos tres días más navegando sin
parar hacia el sur, el Viernes 18, Sábado 19 y Domingo 20 de Mayo. Fueron tres
días extraordinarios en los que entramos a una rutina muy sencilla: después del
amanecer, Ricardo despertaba y se quedaba en la cubierta del Champ haciendo
guardia mientras yo preparaba el desayuno. A veces el menú era huevos con
salchicha vegetariana y otras preparé huevos rotos. Mucha proteína. Luego,
bajaba a dormir un poco para recuperarme de las despertadas cada 30 minutos en
la noche. Durante el día constantemente ajustábamos las velas para navegar de
la manera más eficiente. También, revisábamos nuestra posición con el GPS,
actualizábamos el pronóstico del viento, tomábamos decisiones sobre el rumbo
que deberíamos seguir para aprovechar mejor las condiciones y escaneábamos el
horizonte. Antes del atardecer preparaba de cenar y dormía un rato antes de
empezar a despertarme constantemente durante toda la noche.
Creo que nunca hicimos una comida formal
al medio día. Desde el desayuno y hasta la cena comíamos barras de proteína y
botaneábamos con zanahorias y humus. En el velero tenemos un refrigerados que
llenamos de hielo antes de salir y que prendíamos intermitentemente. El Champ
tiene una turbina de viento que genera 350 watts aún con poco viento y tiene
dos paneles solares que recargan las cuatro baterías. Con esto teníamos
suficiente energía para utilizar el piloto automático, radar, medidores de
velocidad, profundidad y viento, luces de navegación y el refrigerador de vez
en cuando. Como el viento era variable y en ocasiones se moría completamente,
durante algunas horas tuvimos que encender el motor del Champ y guardar las
velas. Aunque tratamos de velear siempre que fuera posible, agradecimos tener
la oportunidad de seguir avanzando hacia nuestro destino. Obviamente en la
carrera a Hawaii no tendré esa opción.
Con sólo dos personas en un pequeño
velero es inevitable tener largas conversaciones y nos pasamos hablando horas y
horas. Pero también los dos sabemos que apreciamos pasa tiempo solos leyendo,
escuchando música o simplemente disfrutando la experiencia.
El domingo, ya en la costa de California
y con menos de 24 horas para llegar a San Francisco, pudimos ver un espectáculo
maravilloso. Mientras estaba en la cubierta escuché algo que salpicaba en el
mar y al voltear vi la aleta de un delfín. Uno tras otro comenzaron a saltar
delfines alrededor del velero, siguiéndonos mientras avanzábamos. Los veíamos
saltar, sumergirse y volver a saltar más adelante. Habrán sido unos 10 ó 15 y
duró una media hora. Pero aún nos esperaba algo más impresionante. A unos
doscientos o trescientos metros se empezaron a ver las enormes colas de
ballenas que salían a respirar y luego se sumergían. Luego de ver tres o cuatro
colas, las perdíamos durante algunos minutos y volvían a aparecer por otro lado
varios minutos después. Para mi, esta experiencia hizo que se volviera mucho
más memorable un viaje que de por si ya era de los mejores de mi vida.
Delfines saltando |
Nuestro último atardecer del viaje |
Nuestro viaje estaba a punto de
terminar. Nos faltaba la última noche. Por la proximidad a canales de
navegación decidí permanecer en guardia toda la noche sin dormir por lo que
cuando se metió el sol, me tomé una tasa de café bien cargado y me senté en la
cubierta a esperar. Pero una densa niebla rodeó al Champ y no se levantó en
toda la noche.
Total de millas náuticas recorridas: 784
Millas náuticas por recorrer: 71