Todo depende de la actitud: Maratón de Tokio y maratón de Roma.
Hay veces en las que todo va de acuerdo a
lo planeado y otras en las que parece que nada funciona como debería, surgiendo
un contratiempo tras otro. A pesar de todo, el resultado puede ser inesperado y
hoy más que nunca me queda claro que todo de pende de la actitud con la que
enfrento los retos. Esta historia de dos maratones es un ejemplo de ello.
Hace meses decidí participar en dos
maratones como parte de mi entrenamiento. El primer reto sería el de Tokio, el
22 de Febrero, seguido del maratón de Roma 28 días después, el 22 de Marzo.
Aquí vale la pena hacer la aclaración de que un maratón mide una distancia
estándar de 42.195 km aunque muchas personas usen el término maratón como
sinónimo de “carrera” sin importar la distancia. Tanto Tokio como Roma son
maratones con la distancia certificada.
Durante tres años había intentado
conseguir una inscripción para el maratón de Tokio sin haber sido seleccionado
en el sorteo para asignar números. Pero finalmente en Mayo de 2014, nueve meses
antes de la competencia, logré asegurar mi inscripción para la edición de 2015.
Inicié el entrenamiento en Diciembre. A pesar de estar corriendo y participando
regularmente en carreras desde que tenía 15 años, en esta ocasión tuve que
empezar el entrenamiento prácticamente desde cero debido a que el accidente que
tuve en Noviembre en los Himalaya dañó gravemente el músculo de mi muslo
derecho. Me apegué a mi programa de entrenamiento y superé la tentación de
aflojar el paso durante las fiestas de Diciembre. Realizaba mis carreras largas
semanales con toda regularidad e incluso, cuando el clima no lo permitía,
llegué a correr 24 km en una caminadora.
Días antes del maratón en Tokio, viajé
hasta Japón y con toda la calma tuve oportunidad de adaptarme un poco a las
horas de diferencia con América, visitar la expo para recoger mi número,
preparar mis cosas para correr y dormir bien la noche anterior a la
competencia.
El 22 de Febrero, el día de la carrera,
me desperté con tiempo para desayunar y caminar con calma al corral de
arranque. El clima era ideal, unos 8 grados centígrados y casi nada de viento.
La primera mitad de la competencia la hice a un ritmo conservador, disfrutando
la ciudad y a los más de un millón de espectadores que nos animaban. Cruzando
los 21km apreté el paso, cerrando fuerte y llegué a la meta en 3:41:31, y
rompiendo mi mejor marca anterior en maratón de Dublín por 14 segundos.
De las cuatro semanas que tenía antes del
maratón de Roma tomé la primera para recuperarme, enfocándome principalmente a
la bicicleta estática y corriendo como máximo 8 km. Después me dediqué a hacer
entrenamientos de velocidad y tenía planeado hacer una carrera larga de 28 km
pero por compromisos de trabajo tan solo pude hacer un entrenamiento “largo” a
paso rápido de 14 km.
El viaje a Roma parecía que iba a ser
algo sencillo pero terminó siendo una pesadilla. El plan era volar a Frankfurt,
en Alemania en la madrugada del viernes 20 de Marzo para hacer una conexión
corta al aeropuerto de Fiumicino en Roma. Ese mismo día tenía pensado recoger
mi número en la expo del maratón. La primera señal de que no todo estaba bien
era que a los agentes en el mostrador en Estados Unidos el sistema no les
dejaba imprimir mi pase de abordar de Frankfurt a Roma y me sugirieron que lo
solicitara a mi llegada. Pero al bajar del avión, ya en Alemania, nos
informaron que había una huelga de pilotos de Lufthansa y que habían cancelado
la mayoría de los vuelos.
Para resumir una muy larga historia, sin
poder volar a ningún destino en Italia, tuve que pedir que me cambiaran de ruta
para volar a Ginebra, en Suiza. Pero mi maleta se perdió en el camino. Sin
equipaje, tomé un tren de Ginebra a Milán pero no habían lugares para los
trenes de Milán a Roma sino hasta la tarde del sábado. Me vi forzado a rentar
un coche y manejar siete horas. Llegué al hotel en la madrugada del sábado tras
30 horas de viaje y completamente agotado.
El sábado 21 asistí a la expo para
recoger mi número de competidor y para comprar calcetines para correr y shorts ya
que mi maleta con toda la ropa y equipo de correr seguía extraviada. Todo
corredor sabe que no es recomendable estrenar nada el día de una competencia
para evitar lesiones, ampollas, rozaduras, etc. Esta vez no tenía opción.
Finalmente llegó el día del maratón de
Roma pero el clima tampoco sería favorable. Llovía ligera pero constantemente. Cuando
desperté esa mañana y vi la lluvia lo primero que pensé fue: “¿qué más puede
salir mal en este viaje? Ha sido un desastre tras otro”. Cerré los ojos y en
ese momento decidí que el calificar algo como un “desastre” dependía
completamente de mi actitud y en ese momento decidí que iba a ser la mejor
carrera de mi vida y que a pesar de todo lo iba a disfrutar y a realizar mi mejor
tiempo, que para eso había entrenado.
Hacia la Basílica de San Pedro |
Piazza Navona |
La gran lección que me llevo es que hoy me queda más claro que nunca que el resultado de cualquier proyecto o reto que me ponga depende en su mayor parte de la actitud con que lo enfrente. Me pregunto si hubiera hecho un viaje a Roma sin vuelos cancelados, sin maletas extraviadas y con un clima más favorable, ¿hubiera roto mi récord anterior por casi 10 minutos y hecho una carrera tan buena? Tal vez no. Las circunstancias fueron las que me llevaron a decidir tomar una actitud triunfadora a pesar de todos los contratiempos.
Llegando a la meta |