El vuelo a Lukla y el camino a Namche
Las tres maletas que tenía se
convirtieron en cuatro: una se quedará en Katmandú, dos se irán directamente al
Campamento Base del Everest y una vendrá conmigo durante la caminata. Por el
problema de niebla en Katmandú y nubes y viento en las montañas siempre es
incierto si se podrá realizar el vuelo y en otras ocasiones he tenido que
esperar cuatro días por el mal tiempo. En esta ocasión tuve la fortuna de volar
en un día fabuloso, completamente despejado. Pensaba que solamente quedaba una
línea aérea (Tara Airlines) que volaba a Lukla y cuando me entregaron mi boleto
me sorprendió ver que era de Sita Air. La sorpresa viene de que en Septiembre
del año pasado un avión de Sita se estrelló después de haber despegado de Katmandú
rumbo a Lukla y me habían comentado que la aerolínea había quebrado. Pude
sentarme en la primera fila del pequeño avión para observar cómo operaban los
pilotos. Para mi esa parte es tan interesante como la vista de las montañas.
He escuchado varias veces que el
aeropuerto de Lukla es de los más peligrosos del mundo y, aunque no estoy
seguro de que esa estadística sea tan cierta, sí estoy seguro de que el
aterrizaje en Lukla es el más emocionante. Eran apenas las ocho de la mañana
cuando salí del aeropuerto en Lukla donde un montón de personas se apretaban
contra la reja ofreciendo sus servicios como porteadores o guías. Yo ya había
hecho arreglos anteriormente y después de un buen desayuno y un par de tasas de
café comencé a caminar hacia Phakding, mi destino para ese día. Es un camino
hermosísimo entre el bosque, cruzando un par de puentes colgantes sobre el río
Dudh Kosi, pasando por pequeñas poblaciones y monasterios. Sé que durante más
de un mes el paisaje que verá será prácticamente blanco y negro, nieve y rocas,
por lo que traté de disfrutar cada momento de los colores y las vistas.
La primera noche la pasé en Phakding a
unos 2,800 metros de altura. Era yo el único huésped del hotelito y en vez de
cenar y desayunar sólo en el comedor preferí estar en la cocina y practicar mi
Nepalí con el cocinero y con el encargado. Durante el acercamiento trato de
comer comida ligera: a medio día unos momos o dumplings de verduras y en la
noche Dal Bhat (arroz con lentejas) el plato típico de Nepal.
Alrededor de las ocho de la mañana del
día siguiente comencé la marcha cuando el sol comenzaba a iluminar el valle. La
primera parte del camino era muy similar a la del primer día, a lo largo del
río, cruzando varios puentes colgantes y ganando altura poco a poco. Luego de
dos horas de marcha llegué a Manjo donde está la entrada al parque nacional y
tuve que registrar nuestro permiso al Everest y mi entrada al parque. La
segunda parte del recorrido sigue una subida continua y pronunciada. Ya hacía
algo de calor a la hora que empecé a subir pero afortunadamente es una zona
boscosa y la sombra ayudaba un poco. Cada vez que he andado por este camino me
ha tocado que justo a la mitad de la subida hay una persona vendiendo naranjas.
Y también sin falta hay un grupo de gente comprándole. En vez de pararme
continué caminando con la esperanza de llegar a Namche a la hora de la comida.
Namche es el pueblo más grande del valle
y está ubicado en la ladera de una montaña. Sin aviso, el bosque se terminó y
enfrente de mi tenía la entrada a este pueblo. Hoy subí casi 700 metros de
altura desde Phakding por lo que mañana pasaré un día completo en Namche y sus
alrededores para aclimatarme a la cada vez menor concentración de oxígeno y a
la presión del aire disminuida. Aunque al vivir en las afueras de la Ciudad de
México a 2,700 metros pudiera parecer que es innecesario comenzarse a aclimatar
a esta altura, sé que al no precipitarme en esta etapa podré aclimatarme aún
mejor cuando ya esté escalando a 6,000 y 7,000 metros. Por lo pronto, un día de
tranquilidad no suena mal, y lo voy a aprovechar para visitar amigos y
conocidos de la zona.