Un mes después, en busca de nuevas aventuras.
Gracias por la paciencia. Ha pasado casi
un mes desde que regresé de emergencia a Acapulco durante el intento de
circunnavegación. Durante ese tiempo he tenido oportunidad de meditar sobre lo
ocurrido en los últimos días del viaje y en los días siguientes.
Eran alrededor de las ocho de la noche de
ese 17 de octubre cuando logré ver las primeras luces de la costa de Guerrero y
en específico el resplandor del puerto de Acapulco. El dolor y la incomodidad
en el abdomen que inició una semana antes continuaba tan intenso como en el
peor momento pero sentía un gran alivio en pensar que en pocas horas estaría en
tierra, recibiendo atención médica e incluso si tuviera una insuficiencia renal
tendría bajo cuidado. Las horas pasaban lentas pero finalmente el Champ llegó a
la entrada de la bahía de Acapulco. Eran las 2:30 de la mañana del 18 de
octubre y gracias a la luna llena fue más fácil la entrada al Club de Yates
pero no dejó de ser peligroso el esquivar los barcos que se encontraban
fondeados afuera. Lo último que necesitaba era tener una colisión en la oscuridad.
En el muelle se encontraban Ricardo y Lulú, quienes me ayudaron con las amarras
para dejar asegurado al Champ. Tardamos menos de cinco minutos en asegurar el
velero, cerrar las escotillas y dirigirnos hacia el Hospital Magallanes a
través de un Acapulco completamente vacío.
En el hospital ya me esperaban y el
urólogo que posteriormente me atendió ya había dejado instrucciones para que me
atendieran. Me pasaron a la sala de urgencias y de inmediato me colocaron un
catéter en la muñeca en donde me pasaron un litro de suero y las medicinas para
el dolor de abdomen que ansiaba desde hace días. Tan solo media hora después de
que me ingresaron ya sentía una mejora significativa. Luego siguieron varios
estudios durante la noche incluyendo radiografías (para descartar otro cálculo
en el riñón), análisis de sangre (en donde se reflejaba que tan bien estaban
trabajando los riñones), análisis de orina y finalmente un ultrasonido.
Mientras ocurría todo esto recibía a través del catéter una cantidad
considerable de medicamentos, y por fin recibí un diurético y un dilatador de
vías urinarias. No me explico cómo pude pasar toda una semana en la que tomaba
por lo menos tres litros de agua al día sin haber orinado una décima parte de
eso. Pero al momento que surtieron efecto el diurético y el dilatador
comenzaron a salir lo que me parecieron todos los litros acumulados. Pasé el resto de la madrugada en una oscura y vacía sala de urgencias acostado en una camilla, completamente agotado pero sin poder dormir.
Alrededor de las ocho de la mañana llegó
el urólogo y tras hacerme una revisión y estudiar todos los análisis determinó
lo siguiente:
Por mi
historial de cálculos en los riñones de tantos años, piensa que mientras
navegaba tuve una piedrita que me provocó una infección en ambos riñones. En el
ultrasonido se observaban los riñones bastante inflamados. El haber tomado los
antibióticos me ayudó a controlar la infección pero también me provocó una
gastritis severa que agravó los síntomas. Afortunadamente no parecía haber daño
permanente en los riñones y funcionaban normalmente.
Tras varias horas más recibiendo
medicamentos fui dado de alta alrededor de las 11:00am y salí del hospital no
sin antes llevarme recetas para los cuatro medicamentos, incluyendo un
antibiótico diferente, que tendría que tomar en los siguientes días.
Regresé a la Ciudad de México sintiéndome
adolorido y apaleado. Aunque mi ánimo era bueno, tenía la sensación de haber
sido parte de una pelea en la que no necesariamente salí ganando. En cualquier
otra ocasión hubiera empezado a hacer ejercicio de nuevo casi de inmediato pero
me sentía tan dañado que pasaron casi dos semanas para que empezara de nuevo a
correr y a andar en bicicleta. Visité a mi neurólogo y me mandó a hacer una
tomografía en la que confirmó que no hubo daño permanente en los riñones, lo
que me dio mucha tranquilidad. Pero en el fondo sabía que no intentaría en las
próximas semanas volver a salir para un nuevo intento. Por este año no habría
circunnavegación. Me reincorporé de lleno a mi trabajo, tratando de compensar
el tiempo que estuve fuera.
A pesar de que llegué a recuperarme físicamente y de estar completamente convencido
de haber tomado la decisión adecuada, la de regresar a buscar atención médica
de inmediata, sentía una especie de vacío que pronto identifiqué como algo
alarmante: no tenía enfrente ninguna meta que me estuviera motivando. Durante
cinco años y tres intentos estuve luchando por lograr el histórico doble
ascenso al Everest. También durante dos años y medio estuve planeando la
circunnavegación. Pero por primera vez en mucho tiempo me encontraba sin un
objetivo real. Entonces decidí comenzar a planear una travesía en bicicleta en
solitario (siendo autosuficiente y sin apoyo) través de Nepal en la que
recorrería la parte central de ese país, desde la frontera con Tíbet y hasta la
frontera con India, regresando a Katmandú en bicicleta. Además, pasaría 4 días
en Pokhara volando en parapente en los Himalayas y tomando mi curso de vuelo
tándem (para poder llevar pasajeros). Comencé a conseguir mapas, a analizar
rutas y distancias y armé mi plan. Ya tengo un nuevo objetivo.
A finales de Noviembre estaré volando
hacia Nepal para iniciar este recorrido en el que sí habrá un reto físico (son
850km en partes de los Himalaya) pero en el que también tendré oportunidad de
apreciar por primera vez la diversidad cultural de Nepal a pesar de haber
estado en ese país durante una docena de veces. Estaré escribiendo todos los
días durante el recorrido y compartiendo fotografías para compartir esta
extraordinaria experiencia como si la estuvieran viviendo conmigo.