Fin de la expedición
El descenso hasta Katmandú fue tan rápido como lo fue toda la expedición en el lado sur. Al día siguiente al intento en el Lhotse ya me encontraba en el Campamento Base. Esa noche festejamos con los Sherpas y con todo el staff y nos prepararon un pastel del Everest. Como siempre, los Sherpas sumergieron sus cervezas en agua caliente antes de tomarlas y celebramos hasta que el frío nos hizo volver a nuestras tiendas de campaña.
El itinerario normal después de escalar es caminar desde el Campamento Base hasta Lukla en tres días, andando cinco o seis horas por jornada y durmiendo en las casas de huéspedes de los Sherpas. Este año, dos de mis amigos, Melissa Arnot y Dave Morton se encontraban en el Campamento Base listos para regresar y habían contratado un helicóptero que los llevara a Katmandú. Cuando me ofrecieron la oportunidad de acompañarlos no lo dudé ni un momento. Recorrería con ellos en una hora lo que me hubiera tomado tres días aunque mis maletas llegarían un par de días después de mí ya que seguirían a ruta normal. A las 6:00am del 26 de Mayo con un cielo bastante nublado aterrizó el helicóptero en Gorak Shep. Cargamos el helicóptero con las maletas de Dave y Melissa y al terminar sólo había espacio para Dave en la cabina. Despegó el helicóptero y regresó el silencio pero no por mucho tiempo. Minutos después volví a escuchar el sonido del rotor y nuevamente aterrizó el helicóptero pero ahora vacío. Habían dejado a Dave en un pueblo a baja altitud y posteriormente pasaríamos por él y luego volaríamos directo a Katmandú. No tuve ningún sentimiento de tristeza por dejar atrás los valles de los Himalayas. Había pasado tan solo una semana en el Everest, del lado de Nepal, pero habían sido siete días muy intensos que habían valido por toda una expedición de meses.
Volando a Katmandú y mirando el cambio en el paisaje de hielo y rocas a valles verdes y poblados tuve oportunidad de reflexionar sobre los últimos dos meses de mi vida. Mi plan original había sido intentar una doble travesía en el Everest. Al no conseguir permisos tuve que cambiar de doble travesía a doble ascenso, Norte y Sur. Logré sobreponerme al vértigo aunque semanas después, con los dolores en el pecho, desistiría definitivamente de mi ascenso por el lado norte. De ninguna forma me arrepiento de haber tomado esta decisión. En Katmandú el cardiólogo me mandó a realizar todo tipo de pruebas y cuando estuvo satisfecho me dio el visto bueno para volver a subir. Cuatro días después de dejar Katmandú me encontraba por tercera vez en la cima de la montaña más alta del mundo. La madrugada siguiente intenté subir la cuarta montaña más alta del mundo. Una mala decisión (la de escalar sin cuerdas ni protección) fue posteriormente corregida por una buena decisión (la de esperar las cuerdas que venían) pero para entonces era demasiado tarde y decidí regresar.
El vuelo en helicóptero continuaba y ya estábamos cerca de Katmandú. Con todos los cambios y todo lo que había sucedido ¿qué conclusiones podía sacar de la expedición? Hace semanas, cuando platiqué de mis tres reglas de la montaña, comenté que primero tenía que ser seguro, en segundo lugar tenía que ser divertido y tercero trataría de que fuera exitoso. Con toda certeza puedo decir que en ningún momento hice a un lado mi seguridad y fue mi prioridad constante. Algunas veces como con el dolor en el pecho y el frío en el Lhostse, dejó de ser divertido y por lo tanto decidí que era más importante la seguridad y la diversión que el éxito. Tampoco me arrepiento de esto. Entonces, en vez de pensar en lo que no conseguí, me enfoqué en lo que sí logré.
Logré pararme por tercera vez en la cima de la montaña más alta del mundo junto con Daniel y lo hice tan solo cuatro días después de haber partido desde Katmandú y habiendo pasado todo un día en el hospital. También, logré ir por primera vez a una expedición a la cara norte del Everest, algo que había soñado durante mucho tiempo y aunque no conseguí subir, hice un excelente trabajo de aclimatación y ahora estoy seguro que de volverlo a intentar, lo lograría. Conseguí, a pesar de todo mi cansancio, dolor y fatiga, salir a escalar el Lhotse al día siguiente de subir el Everest y hacer mi mejor esfuerzo. Pero sobre todo, tuve la oportunidad de compartir todas estas experiencias con amigos y familia, recibiendo sus mensajes y correos de apoyo y viviendo juntos esta aventura. A lo largo de los últimos años he aprendido que lo verdaderamente valioso de estas expediciones es compartirlas con la gente que uno quiere.
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Tan solo me queda subir fotos del lado sur y este blog habrá terminado por el momento. No sé si vuelva a intentar el doble ascenso ni sé si volveré a escalar el Everest. Lo que si se, es que todo lo vivido en estos últimos meses tendrá un impacto directo en mi vida diaria y espero que esto sea para ser una mejor persona. Gracias por seguir el blog y espero pronto tener noticias de cuál será la siguiente aventura.
El itinerario normal después de escalar es caminar desde el Campamento Base hasta Lukla en tres días, andando cinco o seis horas por jornada y durmiendo en las casas de huéspedes de los Sherpas. Este año, dos de mis amigos, Melissa Arnot y Dave Morton se encontraban en el Campamento Base listos para regresar y habían contratado un helicóptero que los llevara a Katmandú. Cuando me ofrecieron la oportunidad de acompañarlos no lo dudé ni un momento. Recorrería con ellos en una hora lo que me hubiera tomado tres días aunque mis maletas llegarían un par de días después de mí ya que seguirían a ruta normal. A las 6:00am del 26 de Mayo con un cielo bastante nublado aterrizó el helicóptero en Gorak Shep. Cargamos el helicóptero con las maletas de Dave y Melissa y al terminar sólo había espacio para Dave en la cabina. Despegó el helicóptero y regresó el silencio pero no por mucho tiempo. Minutos después volví a escuchar el sonido del rotor y nuevamente aterrizó el helicóptero pero ahora vacío. Habían dejado a Dave en un pueblo a baja altitud y posteriormente pasaríamos por él y luego volaríamos directo a Katmandú. No tuve ningún sentimiento de tristeza por dejar atrás los valles de los Himalayas. Había pasado tan solo una semana en el Everest, del lado de Nepal, pero habían sido siete días muy intensos que habían valido por toda una expedición de meses.
Volando a Katmandú y mirando el cambio en el paisaje de hielo y rocas a valles verdes y poblados tuve oportunidad de reflexionar sobre los últimos dos meses de mi vida. Mi plan original había sido intentar una doble travesía en el Everest. Al no conseguir permisos tuve que cambiar de doble travesía a doble ascenso, Norte y Sur. Logré sobreponerme al vértigo aunque semanas después, con los dolores en el pecho, desistiría definitivamente de mi ascenso por el lado norte. De ninguna forma me arrepiento de haber tomado esta decisión. En Katmandú el cardiólogo me mandó a realizar todo tipo de pruebas y cuando estuvo satisfecho me dio el visto bueno para volver a subir. Cuatro días después de dejar Katmandú me encontraba por tercera vez en la cima de la montaña más alta del mundo. La madrugada siguiente intenté subir la cuarta montaña más alta del mundo. Una mala decisión (la de escalar sin cuerdas ni protección) fue posteriormente corregida por una buena decisión (la de esperar las cuerdas que venían) pero para entonces era demasiado tarde y decidí regresar.
El vuelo en helicóptero continuaba y ya estábamos cerca de Katmandú. Con todos los cambios y todo lo que había sucedido ¿qué conclusiones podía sacar de la expedición? Hace semanas, cuando platiqué de mis tres reglas de la montaña, comenté que primero tenía que ser seguro, en segundo lugar tenía que ser divertido y tercero trataría de que fuera exitoso. Con toda certeza puedo decir que en ningún momento hice a un lado mi seguridad y fue mi prioridad constante. Algunas veces como con el dolor en el pecho y el frío en el Lhostse, dejó de ser divertido y por lo tanto decidí que era más importante la seguridad y la diversión que el éxito. Tampoco me arrepiento de esto. Entonces, en vez de pensar en lo que no conseguí, me enfoqué en lo que sí logré.
Logré pararme por tercera vez en la cima de la montaña más alta del mundo junto con Daniel y lo hice tan solo cuatro días después de haber partido desde Katmandú y habiendo pasado todo un día en el hospital. También, logré ir por primera vez a una expedición a la cara norte del Everest, algo que había soñado durante mucho tiempo y aunque no conseguí subir, hice un excelente trabajo de aclimatación y ahora estoy seguro que de volverlo a intentar, lo lograría. Conseguí, a pesar de todo mi cansancio, dolor y fatiga, salir a escalar el Lhotse al día siguiente de subir el Everest y hacer mi mejor esfuerzo. Pero sobre todo, tuve la oportunidad de compartir todas estas experiencias con amigos y familia, recibiendo sus mensajes y correos de apoyo y viviendo juntos esta aventura. A lo largo de los últimos años he aprendido que lo verdaderamente valioso de estas expediciones es compartirlas con la gente que uno quiere.
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Tan solo me queda subir fotos del lado sur y este blog habrá terminado por el momento. No sé si vuelva a intentar el doble ascenso ni sé si volveré a escalar el Everest. Lo que si se, es que todo lo vivido en estos últimos meses tendrá un impacto directo en mi vida diaria y espero que esto sea para ser una mejor persona. Gracias por seguir el blog y espero pronto tener noticias de cuál será la siguiente aventura.