Mexico a Los Angeles
El despertador sonó a las 4:50am pero pasaron casi cinco minutos para que estuviera medianamente consciente. Había dormido tan solo dos horas. El taxi me estaba esperando a la hora acordada y para no olvidarme de la epidemia que estaba tratando de dejanr atrás, el chofer usaba unos guantes de látex y un tapabocas azul completamente sucio que parecía que no se había quitado en una semana.
Ya en el aeropuerto, para poder llegar al mostrador tuve que pararme frente a una cámara que mide la temperatura del cuerpo. Durante la media hora que estuve viendo a la gente desfilar, ninguna persona pasó a que le hicieran otra revisión. También tuve que responder un cuestionario que todos veían como un mero trámite porque estoy seguro que nadie contestaría que sí tenía la garganta irritada.
En la sala de espera me di cuenta que prácticamente todos los pasajeros usaban tapabocas. Desde que inició todo el circo de la influenza nunca utilicé algo para cubrirme la boca. Sin embargo en ese momento ganó la paranoia o el sentido común porque me fui a comprar el tapabocas que utilicé durante todo el vuelo. No me sentía tranquilo pasando 4 horas dentro de un cilindro metálico con gente que podría estar infectada.
Llegando a Los Ángeles, pude cambiar mi vuelo a Nepal por lo que estaré llegando un día antes. Ahora, estoy esperando para abordar el avión. Salí de mi casa hace 20 horas y me esperan 26 más de viaje. Ces la vie.