Semana 9 – La vida de un Diabético, un hombre bueno.
Esta semana quisiera hablar sobre la vida de un diabético. Espero que en esta historia encuentren la fortaleza y la increible actitud que pueden llegar a tener quienes padecen esta enfermedad y que a mí me inspira para correr, para subir montañas y para vivir. Esta es la historia de David González de la Mora, mi tío.
David nació el 24 de Noviembre 1942 y fue el segundo hijo de María Teresa Mora de González. Creció en una familia en la que llegaría a tener 9 hermanos y hermanas. Sus primeros años fueron como los de cualquier niño pero su vida cambió cuando cumplió los 11 y se le diagnosticó Diabetes tipo 1. Los doctores tardaron varios meses en encontrar algún medicamento que le controlara la enfermedad y finalmente decidieron tratarlo con insulina. Durante los siguientes 17 años de su vida recibiría diariamente inyecciones de insulina en el brazo. Aunque la insulina ayudaba, nunca le fue posible estabilizar sus niveles de glucosa en la sangre y a lo largo de su vida sufrió de hipoglucemia e hiperglucemia.
A pesar de su enfermedad, David terminó la preparatoria en el Colegio Tepeyac. La diabetes fue avanzando y tuvo varios derrames en los ojos que posteriormente lo llevaron a quedar totalmente ciego en uno de ellos. También perdió progresivamente todos sus dientes. Sin embargo, completó su servicio militar y posteriormente ingresó a la UNAM donde se graduó como Ingeniero Mecánico Electricista. Su deseo de superación hizo que no perdiera ni un solo día de clases y cuando tenía que presentar algún examen en el segundo o tercer piso de un edificio sus hermanos lo cargaban hasta el salón. Al graduarse, inició su propia compañía en la que proveía de cable de alta tensión para subestaciones a la CFE, muchas veces diseñando sus propias máquinas para cortar el cable.
Continuaban los altibajos de glucosa en su sangre y periódicamente sufría de desmayos. Siempre tenía a la mano la insulina y una Coca-Cola para compensar las variaciones de la glucosa.
A pesar de todo esto, David trataba de vivir una vida normal. Siempre estaba rodeado de amigos y amigas y, aunque no “quería atar a una mujer a un enfermo”, tuvo varias novias. Le gustaba el fútbol americano y el béisbol aunque no llegó a practicarlos. Algo que realmente gozaba era salir a caminar al campo e ir a acampar con amigos y es por esto que con sus ahorros se compró un Jeep. Tocaba la guitarra y cantaba. Prefería la música clásica, country y boleros. También tocaba el piano aunque lo hacía con mucho esfuerzo. Para él era un escape. Fue aficionado a la astronomía y en 1970 viajó a Oaxaca para ver el eclipse total de sol. Disfrutaba un cigarro de vez en cuando y rara vez tomaba alcohol. Todos lo recuerdan siempre alegre y sonriente. Parece que la frase que mejor describe a David es “fue un hombre bueno”.
El uso prolongado de la insulina lo llevó a padecer de insuficiencia renal por la que tuvo que recibir diálisis peritoneal. Tuvo problemas de circulación en sus pies y cualquier herida le podía provocar gangrena. Su cuerpo siguió deteriorándose y finalmente David murió el 12 de Marzo de 1971 a los 28 años (esta es mi edad).
La intención de contar la historia de David, mi tío, es entender que al igual que él, millones de personas sufren de Diabetes y cada día enfrentan retos. Diabetes Action se esfuerza por informar y financiar investigaciones para controlar y prevenir esta terrible enfermedad.
Para mí es un privilegio participar con esta asociación y correr en memoria de un "hombre bueno" como lo fue David. Tu puedes ayudar haciendo un donativo en el botón amarillo de esta página.
David nació el 24 de Noviembre 1942 y fue el segundo hijo de María Teresa Mora de González. Creció en una familia en la que llegaría a tener 9 hermanos y hermanas. Sus primeros años fueron como los de cualquier niño pero su vida cambió cuando cumplió los 11 y se le diagnosticó Diabetes tipo 1. Los doctores tardaron varios meses en encontrar algún medicamento que le controlara la enfermedad y finalmente decidieron tratarlo con insulina. Durante los siguientes 17 años de su vida recibiría diariamente inyecciones de insulina en el brazo. Aunque la insulina ayudaba, nunca le fue posible estabilizar sus niveles de glucosa en la sangre y a lo largo de su vida sufrió de hipoglucemia e hiperglucemia.
A pesar de su enfermedad, David terminó la preparatoria en el Colegio Tepeyac. La diabetes fue avanzando y tuvo varios derrames en los ojos que posteriormente lo llevaron a quedar totalmente ciego en uno de ellos. También perdió progresivamente todos sus dientes. Sin embargo, completó su servicio militar y posteriormente ingresó a la UNAM donde se graduó como Ingeniero Mecánico Electricista. Su deseo de superación hizo que no perdiera ni un solo día de clases y cuando tenía que presentar algún examen en el segundo o tercer piso de un edificio sus hermanos lo cargaban hasta el salón. Al graduarse, inició su propia compañía en la que proveía de cable de alta tensión para subestaciones a la CFE, muchas veces diseñando sus propias máquinas para cortar el cable.
Continuaban los altibajos de glucosa en su sangre y periódicamente sufría de desmayos. Siempre tenía a la mano la insulina y una Coca-Cola para compensar las variaciones de la glucosa.
A pesar de todo esto, David trataba de vivir una vida normal. Siempre estaba rodeado de amigos y amigas y, aunque no “quería atar a una mujer a un enfermo”, tuvo varias novias. Le gustaba el fútbol americano y el béisbol aunque no llegó a practicarlos. Algo que realmente gozaba era salir a caminar al campo e ir a acampar con amigos y es por esto que con sus ahorros se compró un Jeep. Tocaba la guitarra y cantaba. Prefería la música clásica, country y boleros. También tocaba el piano aunque lo hacía con mucho esfuerzo. Para él era un escape. Fue aficionado a la astronomía y en 1970 viajó a Oaxaca para ver el eclipse total de sol. Disfrutaba un cigarro de vez en cuando y rara vez tomaba alcohol. Todos lo recuerdan siempre alegre y sonriente. Parece que la frase que mejor describe a David es “fue un hombre bueno”.
El uso prolongado de la insulina lo llevó a padecer de insuficiencia renal por la que tuvo que recibir diálisis peritoneal. Tuvo problemas de circulación en sus pies y cualquier herida le podía provocar gangrena. Su cuerpo siguió deteriorándose y finalmente David murió el 12 de Marzo de 1971 a los 28 años (esta es mi edad).
La intención de contar la historia de David, mi tío, es entender que al igual que él, millones de personas sufren de Diabetes y cada día enfrentan retos. Diabetes Action se esfuerza por informar y financiar investigaciones para controlar y prevenir esta terrible enfermedad.
Para mí es un privilegio participar con esta asociación y correr en memoria de un "hombre bueno" como lo fue David. Tu puedes ayudar haciendo un donativo en el botón amarillo de esta página.